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Soñando la primavera en otoño

el 30 sep 2011 / 11:06 h.

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n A los pies del metálico Juan de Mesa, unas palomas rebuscan migas por el suelo de la plaza, desde su pedestal, aquel alumno aventajado del dios de la madera, mira la casa donde vive el Señor de Sevilla, esperando, con ansia, la Madrugada, para volver a ver su cara de sufrimiento, su espalda curvada que carga con todo el peso de nuestras culpas. Detrás de las iglesias, la parroquial de San Lorenzo y la Basílica del Gran Poder, barroca ciudad, de enrevesadas calles, se encuentra Casa Ricardo (C/ Hernán Cortés, 2), desde 1898 dando sabor a Sevilla, dice su lema, ahí es nada, perdimos Cuba y Filipinas, lo que hubieran dado los héroes de Baler por unas croquetas de Ricardo.

El local hace esquina, entre las calles Hernán Cortés y Flandes, ¿respira o no respira gesta imperial española este sitio? Tras la puerta, en la penumbra del mediodía, paredes llenas de fotos, horror vacui, esa repulsión al vacío que nos lleva otra vez al barroco sevillano, pasos de Semana Santa, cristos, vírgenes, cofrades y costaleros, pero también gente del toro y personajes que pasaron por la casa, como la madre del monarca, Dña. Mercedes, que merece azulejo conmemorativo, y en la pizarra, con tiza la cuenta atrás: "Faltan 205 días", y todo el mundo sabe que son los que quedan para que en El Salvador se inauguren con palmas y olivos los días de Gloria.
Y gloria son las tapas que sirven en la barra de Casa Ricardo, ya vemos un fondo de buenos cuartos traseros de la sierra de Huelva dando telón de fondo a las vanidades del mundo, jamón de bellota, queso y ristras de ajo. Ya quedaron mentadas las famosas croquetas (2,50 euros), que son de jamón, de buen tamaño, crujientes por fuera y de suave bechamel por dentro. Clásicos también son los flamenquines (2,50 euros), los solomillos ibéricos (2,50 euros), tanto al whisky como con salsa mozárabe y los guisos del día. No hay que olvidar los panes de la casa (12,00 euros), donde destacan el de aceite, tomate y jamón, aunque también está rico el de salmorejo. Pero el afán innovador y la constante preocupación por el negocio, también se reflejan en nuevas tapas que aportan creatividad a las raíces tradicionales de la casa, así por ejemplo un crujiente de salmón sobre crema de puerros (2,50 euros), de original presentación, una taleguilla de morcilla, puré de patata y salsa de piquillo (2,50 euros), original, gustosa, potente de sabor pero sin excesiva grasa, o un muy meritorio bacalao con mollo (3,00 euros), blancos lomos de bacalao a la plancha con unas deliciosas láminas de ajitos fritos por encima.

Para pasar por la garganta tan ricas viandas podemos optar, empezando, por la fría caña de cerveza o el helado catavinos de Jerez, para entrar luego en una variada gama de vinos para copear: Beronia, Muga, Martínez Lacuesta, de Rioja, Carmelo Rodero, Pago de los Capellanes y Vega Real Crianza si tiramos más para la Ribera de Duero.

El local tiende a las estrechuras, ya se sabe que aquí nos gusta la bulla, pero ¿se podría buscar sitio para los dos congeladores que hay en medio?, también hay mesas para los que se quieran sentar, junto a la barra y en un saloncito al que se pasa por dos arcos muy sevillanos. El servicio es profesional y amable, siempre atento a las necesidades de la clientela, habituales en muchos casos, aunque hay público nacional e importado.

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