Juan Gaspar García, quiosquero de Rafael Belmonte García en Triana. / Pepo Herrera Un maestro de las artes como Salvador Dalí dejó para la historia una frase que sólo pudo salir de un genio. «Lo importante es que hablen de ti, aunque sea bien», dijo en una de sus citas. No es casualidad eso de estar en boca de todo el mundo sino más bien consecuencia de la forma de actuar de cada uno. Los hay, como Juan Gaspar García, que desde su humanidad y sencillez se han convertido en un referente para quienes conviven con él a diario. Desde hace casi dos décadas es el encargado de dar los buenos días con una sonrisa a los vecinos de la calle Rafael Belmonte García, junto a la Ronda de Triana. Una vocación innata que, unida a su profesión de quiosquero, lo han convertido en una de las personas más queridas del barrio. De él todo el mundo habla, como pedía Dalí, con la certeza de que su nombre siempre va acompañado de recuerdos agradables de los trianeros. Jamás imaginó que atendería a los ciudadanos detrás del mostrador de un quiosco. Pero su vida, que siempre tuvo la atención al público como elemento vertebrador, le dio esta sorpresa cuando rondaba las cuatro décadas. «Lo mío era vender y el trato con el público», recuerda. Por eso decidió abrir este negocio, un quiosco de prensa en el interior de un local de 20 m2 en el que pasa gran parte de sus días. Desde que arrancó con él, hace casi dos décadas, todo fue «ilusión y ganas». Pero esas sensaciones se truncaron poco a poco hace ahora cinco años. Como reconoce, «ya casi no merece la pena venir aquí, pero no me gustaría jubilarme con la sensación de haber fracasado». Por ello, cada mañana a las seis en punto vuelve a levantar la persiana para dar los buenos días, siempre con una sonrisa que tapa su tristeza. «Esto es el teatro. Tienes que interpretar un papel cómico, siempre con la sonrisa para los demás y con los dramas para ti», se sincera. A diferencia de otros quiosqueros, tener su punto de venta en el interior de un local permitía a Juan Gaspar tener sus paredes repletas de revistas y coleccionables. Un escaparate que con los años ha menguado hasta casi dejar vacía la mitad de la pared. «Por activa y por pasiva he escrito a distribuidoras y editores de revistas para que se pongan de acuerdo y nos cobren como la prensa», explica. Y es que con la bajada de las ventas es casi imposible que nuestro quiosquero igual que el resto del sector pueda hacer frente al sistema de pago que exigen las distribuidoras de revistas. «Pedimos que lleguen a un acuerdo y sólo nos cobren los artículos que vendamos, como hacen con los periódicos. Antes hacíamos frente con la venta de prensa pero ahora todo se ha caído», asegura. Con menos clientes, «sólo nos queda el lector habitual porque el ocasional que se llevaba periódico y promoción ha desaparecido», se antoja fundamental el apoyo y el cariño de sus vecinos. Un barrio solidario que, no sólo no deja de comprar en su quiosco sino que además agradece a Juan Gaspar que siempre tenga una sonrisa. «Es el alma de la calle, si no estuviera la alegría no existiría», explica Paca, una vecina que llegó a la zona a la vez que se abrían las puertas de este quiosco. Como Paca, otros vecinos y trabajadores sólo tienen buenas palabras para nuestro quiosquero. Así lo repite Carmen, mantenedora del edificio de su local, que asegura que «desde por la mañana se escucha a Juan Gaspar por toda la calle». O Ana, otra vecina que recuerda que «haga viento, llueva o tengamos 45 grados en la calle siempre está contento y agradable con la gente». Piropos de humanidad para una sociedad carente de valores. A pesar de la situación de dificultad por la que atraviesa Juan Gaspar, ha llegado a perder «un 75% de toda la venta», su imaginación y compromiso siguen permitiendo que desarrollen iniciativas culturales como la que emprendió hace tres años. Por aquel entonces, decidió pedir a sus clientes libros, dvd y cómics de segunda mano para venderlos a un precio simbólico. «Tengo la ocasión de que la cultura siga viviendo, dándole otra oportunidad», asegura. Mientras sigue apostando por ella lanza un SOS por su quiosco. Sólo el trato con el público y la añoranza de aquellos días en los que todo era mucho más sencillo dan sentido a su tarea de cada mañana. Su escenario el quiosco, en el que a diario convoca a los vecinos a su función de la sonrisa y los buenos días, sigue esperando que distribuidoras y editores se pongan de acuerdo para que sus paredes luzcan repletas de revistas. Esa sería su obra favorita. Hasta entonces se levanta cada día «con honestidad, ganas de trabajar y mucha educación». Los tres credos de su vida.