"Soy nacido en Madrid, director de empresas de actividades turísticas jubilado, nazareno de Santa Marta, hermano del Cachorro de Triana y forofo del Rayo Vallecano". Así se autodescribe Francisco Martínez Valencia, de 72 años años de edad, que el pasado jueves cumplió sus bodas de plata como hermano de Santa Marta.
Aterrizó en Sevilla directamente desde un hotel de Las Palmas de Gran Canaria el 31 de enero de 1983 porque al día siguiente se incorporaba como director del Hotel Macarena. Su estancia en nuestra ciudad fue relativamente corta (tan sólo tres años), pero lo suficientemente intensa e importante como para incluirla entre la lista de ciudades a las que quería irse a vivir una vez llegado el momento de la jubilación.
Francisco conoció la hermandad de Santa Marta casi por casualidad. El mismo año que llegó a Sevilla para dirigir el Hotel Macarena, la junta de gobierno de la hermandad de San Andrés contactó con él y con el entonces director del Hotel Los Lebreros, Salvador Vilches, para pedirles su colaboración económica en la restauración del altar mayor de la parroquia. Ese mismo año, 1984, y en reconocimiento a la ayuda prestada, la junta decidía hacer hermanos a ambos empresarios, que realizaron su juramento el jueves de Pasión, como es costumbre.
Francisco afirma orgulloso que fue tanta la impresión del acto del juramento y tanto lo que le gustó el gesto de la corporación que, al terminar de trasladar al Cristo de la Caridad desde el altar hasta el paso (privilegio reservado a los nuevos hermanos), sentenció que todos los años realizaría estación de penitencia con la primera cofradía sevillana que, siendo él madrileño, lo hizo hermano.
Desde 1986, año en el que fue trasladado de Sevilla a Benalmádena Costa, Francisco ha venido cada año, y sin faltar ninguno, única y exclusivamente hasta Sevilla para cumplir con su estación de penitencia, como buen hermano nazareno, desde Lanzarote, La Isla de la Palma, Aranda de Duero, Madrid, Granada, Palma de Mallorca, Barcelona e incluso desde Londres; y además en todos los horarios y medios de transporte posibles, con tal de que sus obligaciones profesionales no le impidieran cumplir con aquella promesa realizada un día a Santa Marta.
