Cultura

«Soy un dios muy compasivo»

Rosa Montero usa en su última novela la ciencia ficción para radiografiar el presente

el 01 mar 2015 / 16:00 h.

  Confiesa Rosa Montero que con su última novela, El peso del corazón, ha repetido por primera vez  personaje (Bruna Husky, que ya protagonizó Lágrimas en la lluvia en 2011) y mundo de ficción. Eso sí, menudo mundo, todo un universo que tiene la forma del Madrid de dentro de un siglo en el que la humanidad lo está pasando digamos que regular porque escasea hasta el aire puro. Y ya empieza a tomar forma una tercera novela, que no será la siguiente (ahora toca una contemporánea) pero no tardará en llegar. «Esto no es una trilogía o algo así, no es que tenga entre manos una historia tan enorme que necesite 27 libros para contarla: lo que hice fue regalarme un mundo para jugar a ser dios, y como este mundo es muy grande, pues soy un dios muy grande». Aquello le gustó y ahora, por puro placer, recupera a una protagonista que es un androide de combate que, tras dejar la milicia, trabaja de detective. Dicho así, puede echar para atrás a más de uno, y así lo dicen hasta las estadísticas, como ese estudio que los editores encargaron hace unos años y que dejó claro que la ciencia ficción es lo que menos gusta al lector español. Y pese a ello, pese a que «hay un prejuicio enorme y somos muy reacios a la ciencia ficción», ahí va una segunda ración en poco tiempo, así que toca reivindicarla: «La gente piensa que la ciencia ficción son tontunillas extrañas, pero es una herramienta metafórica poderosísima para hablar del aquí y el ahora». Así que ya tenemos el contexto, a lo que suma que «no es una novela menor» en su producción, no es un divertimento, un respiro que se dé entre sus obras más serias. «Al contrario, la he escrito con la misma ambición y trata mis mismas obsesiones», empezando por la muerte. Bruna es una androide con fecha de caducidad, sabe el tiempo de vida que le queda, así que cada minuto que consume es un desgarro... lo que le confiere humanidad, porque «el hecho de no poder olvidarse de la muerte es la mayor tragedia del ser humano». Y es que «la vida tiene narices: si tienes suerte tendrás una vejez larguísima y deteriorante, y si la tienes mala, te mueres joven». ¿Conclusión? «Si estás lleno de muerte, estás lleno de vida», y eso le pasa a su Bruna, que es «un tigre enjaulado en la jaula de la vida. Es una fiera corrupia, me asusta...». Esto último enlaza con cómo cambian las cosas, porque cuando Rosa Montero empezaba a escribir «creía que era una pedantería eso que decían algunos escritores de que los personajes se le rebelan». Pues ahora Bruna Husky va camino de ello, así que la cuestión es si, en su papel de dios en este mundo que se regaló a sí misma, baraja romper las reglas y regalarle más vida. «Como dios es verdad que tengo la tentación de darle más vida, y esa puerta ya la abrí en la primera novela... Soy un dios muy compasivo, pero al final tienes que serlo en plan olímpico, con distancia, porque si no te dejas arrastrar», y no es plan. Eso sí, lo que tiene claro es que «no la voy a matar ni de coña, nunca morirá en mis libros». «Bruna Husky me encanta, es mi personaje que más me gusta», y eso que hay pocos puntos en común, porque Rosa Montero es «una cobarde física y sin fuerza, pero hay algo que nos une en lo profundo». Coinciden, por ejemplo, en su obsesión con la muerte: «Bruna la odia porque cree que es una estafa», y nuestra autora es novelista, «y los novelistas estamos más obsesionados por el paso del tiempo que la media. Pero la muerte y el tiempo no existen mientras escribes, ya lo dijo Vargas Llosa: «mientras escribo, soy invulnerable”». Y efectivamente, Rosa Montero no quiere morir, pero se ríe de los escritores que quieren trascender y ser recordados para siempre, «alcanzar la posteridad es más difícil que que te toque la Bonoloto». Queda dicho que la ciencia ficción es una herramienta metafórica para hablar del presente, y aquí la hermana con la novela negra: ambas cumplen esa función «y tienen además una vertiente social muy importante». Es el caso de El peso del corazón, que por mucha ciencia ficción que sea «no es ni una distopía ni una utopía, es realista». En este futuro hay corrupción, desgobierno o conspiraciones, nada que no ocurra ahora («es una novela muy política»)... pero que «ya pasaba en la Grecia de Pericles hace 26 siglos». Pero es verdad que lo de ahora da miedo. «En todo el mundo hay un desencanto del sistema democrático», con coqueteos con totalitarismos que van de los neonazis al ISIS. «Lo poco que tiene ofrecerle la democracia a muchos jóvenes que se van al ISIS, al infierno», y frente a ello una verdad única y última: «La democracia es lo único posible». Una idea que no puede perderse como lágrimas en la lluvia...

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