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Sueño, pero no pesadilla

'Queipo, el sueño de un general'** Lugar: Teatro Central del 9 al 12 de diciembre Compañía: Fundición y Escarmentados. Dirección y Dramaturgia: Pedro Álvarez- Ossorio. Intérpretes: Antonio Dechent, Amparo Martín, Antonio Campos, Oriol Boixader.

el 10 dic 2010 / 08:25 h.

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Queipo de Llano es uno de los personajes más temidos, y también más olvidados, del levantamiento militar que abocó a nuestro país a cuarenta años de ignominia fascista. En este sentido, recuperar su figura en forma de personaje teatral supone, en cualquier caso, un magnífico recurso para la recuperación de la memoria histórica aunque, como ocurre en esta obra, no acabe de transmitir toda la carga de crueldad que conllevaba el personaje histórico.

Y es que el General Queipo de Llano no sólo fue, tal y como aquí se presenta, un militar corrupto y con delirios de grandeza, sino todo un asesino que amedrentaba y amenazaba a los "rojos" cada noche desde los micrófonos de la radio erigiéndose en el primer político que puso un medio de comunicación de masas al servicio de la más terrible de las propagandas. Gracias a eso encontró un recurso nuevo que le facilitó sobremanera la toma de Sevilla.

Sin embargo, en esta obra este poder mediático es sólo un elemento más que se acaba difuminando ya que, sobre todo, la dramaturgia se centra en contar su enfrentamiento con Franco y las intrigas palaciegas del Generalísimo para quedarse con el poder. Y en este empeño no duda incluso en comparar al General con Ricardo III, el personaje shakesperiano.

De esa manera, la obra se embarra con un discurso un tanto confuso que casi convierte a Queipo en una especie de víctima del dictador que llega incluso a ser condescendientes con sus subalternos.

Por otra parte, la dramaturgia incluye una serie de elementos humorísticos que restan fuerza dramática a la historia y su estructura se define como una suerte de saltos en el tiempo que se suceden de una forma tan aleatoria, que acaba por otorgar al relato un ritmo un tanto irregular y denso.

No obstante, Álvarez-Ossorio salva el ritmo con su puesta en escena. Para ello se sirve de un magistral reparto, un impactante espacio escénico, recreado por la espléndida y cuidada escenografía de Juan Ruesga y el sugerente diseño de iluminación de Florencio Ortíz, y unas acertadas transiciones, sólo dañadas por lo entrecortado de la dramaturgia.

Cabe destacar la presencia escénica de Dechent y la versatilidad y dominio de los actores secundarios. Oriol Boixader nos deleita colmando de perversidad a su personaje de Franco, Antonio Campos nos sorprende con sus cambios de registro y Amparo Martín nos embelesa con el tratamiento de la voz.

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