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Suerte que sólo hay que visitar al Barça una vez

el 30 oct 2010 / 21:09 h.

El defensa brasileño del FC Barcelona, Dani Alves (i), lucha el balón con el centrocampista del Sevilla, Diego Capel, durante el partido.

El Sevilla vivió anoche su particular pesadilla de cada temporada, y nada tiene que ver con Haloween, fantasmas o brujas, y sí más con el Camp Nou y con el Barcelona. El conjunto de Manzano salió goleado, vapuleado, arrollado y hundido del coliseo blaugrana. Da igual la actitud con la que acuda a la Ciudad Condal, temeroso, valiente, atrevido, ofensivo, defensivo... sale goleado. Cuatro en la Supercopa de España, cuatro en las dos anteriores campañas y cinco le cayeron ayer. A eso hay que sumarle el idilio goleador que viven Messi y Villa ante los nervionenses. El argentino se ilumina y al asturiano le vuelve el instinto matador.

No es que el Sevilla se rindiera, ni que saltara al campo dormido ni que su actitud fuera vergonzosa, simplemente fue aplastado por un equipo superior en todos los aspectos, incluso numéricamente durante toda la segunda parte, por la expulsión de Konko. Porque si a la diferencias cualitativas entre ambos equipos se le suma la cuantitativa, apaga y vámonos. El partido fue un auténtico suplicio para el Sevilla y para sus aficionados, que vivieron un castigo innecesario.

Era la segunda vez esta temporada que Guardiola podía repetir su once de gala. En la anterior, ante el Panathinaikos, el resultado fue de 5-1. Tenía muy en consideración el técnico culé el partido de ayer y se notó en cómo salió su equipo al campo. El Sevilla fue golpeado una y otra vez en los primeros minutos, zarandeado como un saco de patatas, y apenas tuvo la pelota (posesión de 80% a favor de los locales). Ya en el minuto 1 pudo marcar Xavi, pero no se hizo esperar el gol que ponía cuesta arriba la noche. Messi, cómo no, abrió el marcador tras una jugada repleta de rechaces e indecisiones defensivas de los sevillistas, la tónica general del encuentro, por otra parte.

A pesar de la avalancha blaugrana, con Messi en plan estelar, intentó reaccionar el equipo de Manzano, a duras penas. En la primera acción en la que enlazaba tres pases seguidos logró plantarse en el área de Valdés e incluso asustar por medio de un disparo de Luis Fabiano. El Barça seguía llegando, barrutando el segundo, pero al menos los andaluces intentaban poner en práctica su plan. Si ir más lejos Capel gozó de una buena ocasión (22’).

Pero entonces volvieron los fantamas sevillistas. Si Messi marcó el primero, Villa hizo el segundo en un momento clave del partido, sobre todo porque el Sevilla parecía que crecía. Daba igual, ese gol del asturiano dio al traste con todo. Lo bordó el internacional, que regateó con facilidad a Luna y asestó un golpe de muerte a los blanquirrojos. Los sevillistas no le perdieron la cara al partido aún, pero sí al balón, que apenas veían. Estaban desbordados por el impresionante ritmo de los locales, la precisión y las individualidades. Estaba difícil, muy difícil el duelo, pero se acabó de imposibilitar con la expulsión de Konko, absurda por su parte y demasiado meticulosa de Turienzo Álvarez, nefasto árbitro esté donde esté.

Manzano intentó recomponer su equipo tras el descanso, metiendo a Dabo y a Zokora y sacando a Perotti y Luis Fabiano. Intentaba salvar lo más dignamente posible un partido que ya estaba perdido con 45 minutos por delante y que lo único que podía provocar era efectos negativos. Pero no hubo lugar a la dignidad. Al Sevilla le cayeron tres más, uno que regaló Romaric, otro que se inventó Messi y otro para cerrar el encuentro de Villa. Entre medias, sufrimiento y minutos de reloj. Por suerte, el Sevilla ya no pisa más el Camp Nou esta Liga.-->-->-->

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