Parece que es el signo en el que está instalado el beticismo en los últimos años. Los recuerdos están vivos. Salvación en Santander en la última jornada hace dos temporadas, la pasada a unas pocas del final, y la presente, tras los fiascos ante Espanyol, Athletic y Málaga, podría llegar en el último partido con el Real Valladolid, que como el Real Betis se jugará el descenso, salvo que le ayuden en otros campos. Qué pecado purga este beticismo para que pague con tan severo castigo.
Pésima imagen. De Málaga se ha escrito y dicho todo. Incapacidad total y absoluta del Real Betis para aprovechar, al menos, alguna de las amplias ocasiones que tuvo y asegurar una victoria que ahora sería signo de salvación. No es cuestión de jugar a estas alturas mejor o peor. No, es ganar ese partido que lleva al Betis por sus propios deméritos a jugar una final a 90 minutos en su estadio ante el Valladolid. Se recurrirá a la afición. No fallará. Ahora bien, los que salten al campo también deben tener responsabilidad máxima porque en esta última ocasión no pueden fallar. Se juegan en 90 minutos ser equipo y jugadores de Primera División.
De hermandad, nada. Una vez más volvió el lamentable espectáculo de insultos en un partido entre rivales andaluces como el que se jugó en La Rosaleda entre el Málaga y el Betis de Nogués. No sé si fue antes el huevo o la gallina. En Málaga dicen que así se les trata en Sevilla. Y tendrán sus razones. Ahora bien, desde las autoridades deportivas hasta el G-5 deberían ponerse a trabajar a fondo para que esto terminara de una vez para siempre en las dos ciudades hermanas. Andalucía y el fútbol andaluz tienen que estar siempre muy por encima de esta absurda, ridícula y cutre rivalidad entre dos equipos históricos del sur.