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Sur profundo

Puede que no duerma después de ver la exposición ‘Paisanos’, de Atín Aya, pero vale la pena. Esto es Andalucía a palo seco.

el 15 ene 2011 / 23:46 h.

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La del puchero no es la única carne de gallina que ponen algunas de las personas retratadas. Podrá intentarse con expresiones como inquietante, turbadora, davidlynchiana, pero hasta que no existan adjetivos con tres erres seguidas y varias consonantes palatales no se podrá condensar en una sola palabra la sensación que produce la exposición de estos Paisanos, con la que el desaparecido genio sevillano Atín Aya recurre en la Sala Villasís de Cajasol a las antipostales, al contratópico, para contarle a Andalucía la verdad de sus entrañas del modo más deliciosamente feo que quepa imaginar.

Dan vértigo estas fotos. Probablemente conformen una de las cuatro mejores exposiciones que se hayan visto en Sevilla en los últimos años, junto con La Plaza de las Palomas, Noticias de Tres Siglos y Mare Clausum, Mare Liberum. Para visitarla, si no suele frecuentar el sitio, lo normal es que el interesado se interne dubitativo por el Pasaje Villasís, esquivando a los raperos que hacen la túrmix a diario en medio de la galería y preguntándose, hasta que se aburra y se vaya, detrás de cuál de esas tres mil quinientas puertas de cristal se esconderá la entrada. Pues no; no es ahí. Está un poco más tirando hacia la Encarnación, en una calle estrechita que arranca de Laraña, justo frente a la puerta de Bellas Artes, y que se llama Arguijo. Allí, a la derecha si va en el sentido hacia José Gestoso, está la entrada y tras ella dos señores muy amables sentados al otro lado del mostrador, quienes le dirán que para ver la exposición tiene que tomar el ascensor hasta la segunda planta.

Si es usted persona de ideas fijas, hará lo que se hace en todos los ascensores: subirá, pulsará el botón correspondiente, se colocará de cara a la puerta y se rascará una oreja durante el trayecto. En ese caso, al llegar arriba, notará un extraño ruido, sentirá que se ha quedado encerrado y pedirá auxilio maldiciendo la hora en que se le ocurrió irse a ver una exposición de fotos, cuando lo cierto es que la puerta que se abre al llegar a la segunda planta está a sus espaldas.

La foto que preludia este reportaje, desde los pelos hasta las caras pasando por las astas, las flores de plástico y los botines de deporte, habla con sobrada elocuencia de lo que encontrará en esa sala: la negación definitiva de cualquier ocurrencia que haya tenido alguna vez Adolfo Domínguez sobre la arruga. Expresiones enigmáticas, quietud desangelada, manos y cuellos de campo, bolsas que sabe Dios qué esconden, un remedo de La última cena con la matanza del cerdo, un fraile de El nombre de la rosa, un bar donde seguro que hay Mirinda, una foto tomada en la Sierra de Orce que le provocará un chiste fácil; hules, gorras, cuero, empedrados, gañanías, tapetes, inquietud, fantasmagoría.

Cuando termine, descienda por las escaleras, que la exposición sigue hasta abajo. Tal vez note como si una puerta se abriera a sus espaldas. Imaginaciones suyas.

De utilidad:
Qué: Exposición póstuma del fotógrafo Atín Aya Abaurre (1955-2007), titulada Paisanos.
Dónde: En el Centro Cultural Cajasol, con entrada por el lateral, en la calle Arguijo (la que nace frente a la puerta de la Facultad de Bellas Artes).
Cuándo: Puede verla hasta fin de mes. Abre de martes a sábado en horario de 11 a 13.30 y de 18 a 21.
Cuánto: La entrada es gratuita. No hay folletos que sirvan de guía ni falta que hacen, pero sí puede adquirir allí mismo, en el mostrador de la entrada, el libro catálogo por 15 euros.
Cómo: Los personajes retratados, los lugares que los envuelven y el gran tamaño de las 41 fotografías expuestas conforman una exposición impresionante. Está dividida en tres niveles (2ª planta, 1ª planta y planta baja) que se recorren de arriba abajo.
Por qué: Esta exposición quiso hacerla el propio autor, pero murió antes de conseguirlo. Su hija María, también fotógrafa, ha cumplido ese sueño.

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