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'Take it easy', amigo, no bombardee Irán

Irán se ha convertido en una de las peores pesadillas para su Administración. Cuando incrementó la presión sobre el régimen de los ayatolás con el refuerzo de las sanciones en octubre, también aumentó varios grados la temperatura de toda la región.

el 14 sep 2009 / 23:16 h.

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Irán se ha convertido en una de las peores pesadillas para su Administración. Cuando incrementó la presión sobre el régimen de los ayatolás con el refuerzo de las sanciones en octubre, también aumentó varios grados la temperatura de toda la región. Tenga cuidado con lo que hace a partir de ahora si no quiere abrir la caja de Pandora y esparcir sus males por todo Oriente Próximo y más allá.

Es cierto, Teherán representa un inmenso reto para la seguridad de EEUU por el modo en que alienta el terrorismo, el grado de represión en el interior y su tajante negativa a dar su brazo a torcer en su (supuesta) carrera por las armas nucleares, de la que, por cierto, Mohamed el Baradei, director del Organismo Internacional de la Energía Atómica, no encuentra pruebas. Pero debe tener presente que un ataque militar tendría repercusiones negativas de gran calado, sobre todo en tres de los teatros de operaciones -bélicas o políticas- que más le quitan el sueño (Irak, Afganistán y Líbano).

En Irak, sus políticas no han logrado, al menos hasta ahora, su objetivo. El Gobierno de mayoría chií de Bagdad, respaldado por su Administración, ha demostrado ser incapaz de devolver la estabilidad al país árabe, que se desliza por el peligroso camino de la división en tres entidades: un sur chií, un norte kurdo y un debilitado centro suní de futuro poco claro. Deshacerse de Sadam Husein, un dictador brutal, fue una gran contribución para llevar cierto grado de normalidad al país, pero la falta total de visión militar y política ha condenado a las tropas estadounidenses a sufrir el asedio constante de los grupos insurgentes suníes y el hostigamiento de los chiíes. El coste en víctimas militares y pérdidas económicas es gigantesco. Alrededor de 4.000 soldados estadounidenses y más de un millón de iraquíes han perdido la vida en una guerra que ya no cuenta con el apoyo de la opinión pública de su país. Según datos recientes de la Oficina de Presupuestos del Congreso, las guerras de Irak y Afganistán ya han consumido 600.000 millones de dólares (414.000 millones de euros) y, si sus tropas permanecieran en ambos países durante 10 años más, el coste podría alcanzar los 2,4 billones. Y el régimen de Teherán, cuyo papel en un principio debía consistir en echar una mano a su Administración en el embrollo iraquí, ha terminado por sacar partido del ascenso de los chiíes y la incapacidad de EEUU para imponer su voluntad en Irak y en el Golfo Pérsico.

Mientras, en Afganistán los talibanes han regresado al campo de batalla, sobre todo en el sur, y los denodados esfuerzos por arropar y apuntalar el régimen de Karzai no están dando demasiados frutos. En Líbano, un campo de pruebas de confianza para sus políticas de exportación y apoyo de la democracia en Oriente Próximo, la situación es muy precaria. La elección de un nuevo presidente, étnicamente diverso, sigue en el aire: Siria, un gran aliado tradicional de Irán, continúa haciendo imposible el relevo. La coalición proestadounidense 14 de Marzo (así llamada por las manifestaciones, aquel día de 2005, contra el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri y la presencia siria) no podrá imponerse frente a una oposición inflexible liderada por Hezbolá, el grupo apoyado y financiado por Irán, y sus aliados.

Su guerra de Irak, señor Bush, ha fortalecido al régimen de los ayatolás, sobre todo cuando su Administración pretendió el respaldo de Irán para ganarse la aceptación de la intervención militar estadounidense por parte de los chiíes iraquíes. El apoyo militar, económico y de inteligencia de Teherán se ha convertido en una parte integrante de la situación en el país mesopotámico.

Su Administración está sopesando los costes y beneficios de un posible ataque contra la República Islámica de Irán, aunque no hay todavía un consenso total entre sus asesores. Su vicepresidente, Richard Cheney, que recoge la agenda de los neocons, está a favor de una ofensiva bélica a fondo contra las instalaciones nucleares y militares de Irán. Le apoya en su locura el Gobierno actual de Israel, temeroso de que aparezca otra potencia atómica en Oriente Medio. Su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y un significativo grupo de congresistas y ex altos cargos políticos y oficiales militares presionan para que muestre la zanahoria, con una mano, mientras con la otra amenaza con sacar la legendaria política del palo. Dado que no parece poder convencer al Consejo de Seguridad de la ONU para que imponga auténticas sanciones, usted ha decidido actuar por su cuenta. Así mantiene contentos a ambos bandos hasta la decisión final.

Incentivos para 'halcones'

Cuáles podrían ser los beneficios de la opción militar si decide ponerla en práctica? Un ataque sería un duro golpe para las Fuerzas Armadas iraníes, que aún emplean viejas armas proporcionadas por Washington durante el reinado del Sha. El Ejército de Irán no representa una gran amenaza para Estados Unidos, y a sus pasdaranes (Guardianes de la Revolución) podría derrotarles en cuestión de días. Por otro lado, la agitación política que se generaría dentro del país persa tras un bombardeo estadounidense podría dar alas a las fuerzas de oposición al régimen, sobre todo localizadas en las comunidades minoritarias (kurdos, suníes y baluchis, entre otras), que llevan décadas combatiendo el poder central persa chií.

Cosas que sus asesores nunca le dicen.

Pero la cosa no es tan fácil. No se precipite hacia el abismo. El otro lado de la balanza está cargado de negros presagios para Oriente Próximo y el resto del planeta. Tal y como están las cosas, debe pararse a pensar en las no pocas pegas:

Irán no es Irak.

Ojo. Persia sí tiene siglos de historia como unidad nacional, primero bajo un sistema monárquico, y más tarde bajo la República Islámica. Sus ciudadanos tienen muchos -y poco gratos- recuerdos de la injerencia estadounidense en su país desde la época de Kermit Roosevelt -agente a quien la CIA encargó en los años 50 el derrocamiento del popular primer ministro Mohamed Mosadeg, que había nacionalizado el petróleo- hasta hoy. ¡Qué irónico que un líder elegido democráticamente fuera depuesto en un golpe inspirado por EEUU, que ahora pretende un movimiento similar, pero a la inversa!

Demasiado tarde.

Una guerra contra Irán ahora puede llegar demasiado tarde para tener algún impacto. El régimen de Teherán se ha dedicado a fortalecer su capacidad militar para hacer frente a una potente acometida de Washington. El ataque militar uniría a la población en torno a los ayatolás. Además, debe tener en cuenta que la mayoría de las instalaciones nucleares -sean para fines militares o no- están desperdigadas y ocultas por todo el territorio. Ni se le ocurra emplear armas tácticas atómicas: tendría efectos devastadores para la población civil iraní y sentaría un peligroso precedente.

Demasiado caro.

Abrir un nuevo frente bélico en Oriente Próximo sería demasiado costoso para los contribuyentes estadounidenses. Además, tan pronto como comenzara el ataque, Teherán bloquearía el estrecho de Ormuz, por el que pasa la mayor parte del petróleo con destino a occidente. Recuerde: la República Islámica posee tres submarinos de factoría rusa de difícil detección y una gran reserva de minas submarinas. Aunque, por otra parte, el cierre de Ormuz también perjudicaría a Irán desde el punto de vista económico: en el periodo 2006-2007, Teherán ingresó 34.767 millones de euros gracias al petróleo.

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