Probablemente, el Betis esté salvado matemáticamente del descenso a Segunda División cuando, el próximo fin de semana, el Sevilla Fútbol Club aparezca por el túnel de vestuarios del final de la Palmera. Puede que esa permanencia bética sea un hecho, pero, incluso de ser así, Betis y Sevilla ya se van preparando para un duelo con gran capacidad de producir fuertes daños colaterales. A un lado orgullo y rivalidad, o quizá precisamente por eso (incluso con la liga particular ya en manos del Sevilla), las consecuencias de ese duelo directo pueden configurar buena parte de los planes futuros de unos y otros.
Véase el Betis: incluso en el caso de que la permanencia fuese un hecho, el resultado contra el Sevilla puede condicionar grandemente la conclusión de las negociaciones con Chaparro. Una victoria verdiblanca haría del mismo Chaparro el segundo entrenador que ha sido capaz de derrotar al Sevila desde que Manuel Ruiz de Lopera se hizo cargo del club, en 1992. En estos 16 años, el único entrenador con quien el Betis ha sido capaz de derrotar al Sevilla se llamaba y se llama Lorenzo Serra Ferrer. Es ocioso agrandar la repercusión que un resultado favorable tendría para Chaparro. Sobre todo, de cara a los béticos. Pero, de producirse la suerte contraria, la conquista de Heliópolis por el Sevilla, a paso de oca, ¿quién garantizaría el devenir de las meditaciones de Lopera, tan poco previsibles de por sí...?
Hace 30 años exactos, un soberbio Betis bajaba a Segunda, tras ganar la I Copa del Rey y desfondarse, sin suplentes ni oxígeno, en la segunda vuelta infernal de la 77-78. Hace 42 años, en 1966, entre el Sevilla y el árbitro Juan Gardeazábal le pusieron con pie y medio en Segunda. Ahora, un humilde Betis debería llegar salvado a la cita con este gran Sevilla. Pero ese duelo dirá mucho sobre el futuro del equipo verdiblanco y su entrenador... y, con seguridad, sobre el futuro del Sevilla y su entrenador, Jiménez. ¿A que sí?
