Como García Márquez tiene su Macondo, Onetti su Santa María y Muñoz Molina su Mágina, el gaditano Juan José Téllez ha desarrollado casi toda su producción literaria en un territorio muy bien delimitado, entre la Bahía de Cádiz y el Estrecho de Gibraltar, y con Sevilla como cuartel general más o menos fijo. Prueba de ello es su último libro, el ensayo Sin ninguna base, que acaba de ver la luz con portada del dibujante Carlos Azagra, fotos de José Luis Roca y prólogo de Almudena Grandes.
En él, Téllez (Algeciras, 1958) brinda un recorrido histórico por las bases militares -Torrejón, Zaragoza, Morón, Rota y Gibraltar, la gran olvidada- para llegar a la conclusión de que "la sociedad civil andaluza ha convivido siempre con las bases militares, pero especialmente desde la Guerra Fría", explica. "Esta vecindad ha tenido efectos positivos, como la introducción del rock a través de las emisoras americanas, pero en el libro se pone el acento en los riesgos que siguen suponiendo. No hablo sólo de desmantelamiento, que también, sino de aspectos como el desconocimiento del protocolo a seguir en caso de desastre nuclear".
Téllez, una presencia puntual en todas las marchas a Rota, opina que estas concentraciones "no parecen haber servido de mucho, pero siguen siendo la única movilización permanente de la izquierda andaluza, y eso tiene un valor. No es que estemos poniendo contra las cuerdas al Pentágono, pero si la memoria no me falla las movilizaciones contra la guerra de Irak acabaron suponiendo la caída de un gobierno. Hay que seguir luchando", añade el escritor, a la sazón autor de títulos como la biografía de Paco de Lucía, Retrato de familia con guitarra, de los libros de relatos El loro pálido y Main street, o de poemarios como Trasatlántico, Las causas perdidas o Las grandes superficies.
Por otra parte, Téllez acaba de reeditar bajo los auspicios del Centro Andaluz de las Letras su primer libro de relatos, Territorio Estrecho, al que ha agregado las dos historias breves que componían su segunda entrega en este género, Amor negro. Ambos títulos estaban descatalogados, y en ellos conjuga el gaditano una prosa exuberante, próxima al barroco en algunos pasajes, con el coloquialismo que se impuso en los 80 como una réplica a los rígidos cánones literarios del franquismo.
De hecho, puede decirse que todo el libro está traspasado por el espíritu de la Transición. "En todo caso sería de una transición tardía", matiza el escritor. "Pero es verdad que el protagonista de los relatos es el lenguaje. Buena parte de las palabras que hoy buscamos en los diccionarios las pronunciaban los campesinos andaluces hace unos años. Yo crecí oyéndolas", asegura.
También es notable su querencia hacia lo fantástico, donde no es difícil reconocer la impronta de Borges y su alumno aventajado, el también gaditano Fernando Quiñones. "Los sueños forman parte de la realidad", subraya, "y es tan real lo que soñamos como aquello que nos impide conciliar el sueño".
Téllez recuerda también que escribió Territorio Estrecho gracias a una beca del Ministerio de Cultura, y que su contenido define a la perfección, "el paisaje de mi narrativa, la atmósfera de frontera" de todas las historias, porque "si soy de alguna parte, es del Estrecho. El mundo que cuento va del Golfo de Cádiz al Guadiaro, y de Ronda a Chaouen, porque es el que mejor conozco", apostilla.
