Su obra puede parecer compleja, pero con ayuda de sus palabras las piezas comienzan a encajar. El artista gaditano Juan Carlos Bracho clausuró ayer las sesiones nocturnas del Espacio Escala con una charla en la que repasó su particular forma de acercarse al arte.
En un vídeo, el artista proyecta una película en la que una pelota manchada de pintura golpea contra una pared blanca en la que, de forma repetitiva e inexorable, se va creando una nube abstracta. "Me interesan los gestos mínimos, abogo por una creación hipnótica en la que el azar ocupe un lugar importante", explica Juan Carlos Bracho (1970), creador radicado en Barcelona y parte de cuya obra, Dar es amar, amar es compartir, ha sido adquirida por Cajasol para los fondos de colección del Espacio Escala.
Ayer, estudiantes de Bellas Artes, profesionales y espectadores inquietos se acercaron hasta la galería de la calle Cardenal Cisneros para conocer de primera mano la rompedora obra de un artista, premiado por Iniciarte, y que expondrá una gran instalación en la desacralizada Santa Lucía a comienzos del otoño. En su sesión nocturna de ayer, Bracho reconoció sentirse muy influenciado por el arte minimalista: "Eran obras premeditadamente frías que a mí, sin embargo, siempre me parecieron cargadas de sensualidad", explicó. En su creación, Bracho transita el color blanco como medio a través del que desplegar su artillería artística, sea en forma de dibujos, vídeos o fotografías. "Me siento cómodo en todos los formatos", afirmó.
Cuando abandona su obra, Bracho tiene más dificuldades para explicar cuál es su visión sobre el vasto universo del arte contemporáneo: "Lo que sí tengo claro es que se trata de un trabajo como otro cualquiera, tenemos que romper con la idea del artista romántico. Yo cobro, vivo de esto, y, a cambio, ofrezco creaciones con las que el público puede viajar y reflexionar", dijo.