Las conclusiones del informe PISA 2006, que es el estudio de referencia sobre los sistemas educativos del mundo desarrollado, es decir algo así como el hit parade de la educación, no han sido buenas para Andalucía, puesto que colocan a nuestra comunidad en el décimo lugar de las autonomías españolas que han sido evaluadas. Lo malo es que sólo se han examinado diez. Y ser la décima de diez no es precisamente un triunfo, aunque la consejera de Educación diga que hay otras siete que no se sabe cómo están. Está bien, a lo mejor podríamos haber sido los decimoquintos entre diecisiete. Así que vamos a no arrugarnos.
Parece que los alumnos andaluces de quince años, donde más flojitos andan es en matemáticas, comprensión lectora y ciencias, pero lo peor no es que sean los últimos de España, sino que, como además, nuestro país se sitúa por debajo de la media de la OCDE, la posición de Andalucía, dentro del contexto internacional, es bastante desairada aunque, eso sí, saquemos pecho, no tanto como Qatar y Kirguizistán, que son las dos peores hasta en el recreo.
Pero hablando en serio, porque el tema se lo merece, no se puede despechar a nivel político, con la simplicidad, ya muy utilizada, de echarle la culpa al pasado, cuando llevamos más de 25 años de gobiernos socialistas en Andalucía, o de reducirlo a un problema de entorno cultural familiar.
Por supuesto que éste, como casi todos, es un problema complejo, en el que influyen múltiples factores y, por tanto no se puede abordar desde una óptica simplista, pero sería un error echar balones fuera, cuando nos encontramos ante una situación preocupante. Porque esto nos revela un déficit educativo que, a medio y largo plazo, va a definir las posibilidades de competitividad de Andalucía en todos los terrenos. Andalucía será en el futuro lo que los andaluces seamos capaces de conseguir, y esos alumnos de quince años, evaluados en el PISA y, por así decirlo suspendidos cum laude serán quienes dentro de quince o veinte años, ocuparán puestos de responsabilidad, serán quienes marquen la pauta en la política, en la empresa, en la economía y, por supuesto, también en la educación, con lo cual el proceso podría retroalimentarse si no se adoptan ya las soluciones.
No sé si los expertos sabrán cómo se arregla esto, porque hasta ahora no lo han conseguido, pero supone uno que algo tendrán que ver cosas como que la inversión en educación en Andalucía está por debajo de la media nacional, o que los profesores anden descontentos, cuando no absolutamente cabreados, que los padres no se impliquen en el sistema educativo, o que el objetivo más común sea el acceder a una universidad masificada, dejando de lado otras opciones. Bueno pues habrá mil causas, mil explicaciones y pocas soluciones. Pero, para empezar, o aceptamos que de verdad tenemos un problema o no haremos nada. Así que vamos a aceptarlo: Tenemos un problema con la educación.
Juan Ojeda Sanz es periodista
