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"Tenemos una sociedad técnicamente avanzada, pero humanamente perdida"

Como escritor superventas, el psiquiatra granadino Enrique Rojas está acostumbrado a ver su nombre en lo más alto de las listas de libros más leídos.

el 08 mar 2014 / 23:16 h.

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El psiquiatra Enrique Rojas. El psiquiatra Enrique Rojas. Granadino de 1949, Enrique Rojas ha alcanzado la celebridad como psiquiatra, además de como catedrático de Psiquiatría, por sus numerosos libros de autoayuda, donde se ha ocupado del tema de la felicidad y la depresión, el amor y las crisis conyugales, en libros como El hombre light, Adiós, depresión, Los lenguajes del deseo, No te rindas o Vive tu vida. Hoy ofrecerá a las 20.00 horas una conferencia en el Ateneo de Sevilla. Para mucha gente, los psiquiatras son los nuevos gurús, los druidas que tienen solución para todo. ¿No es demasiada responsabilidad? Sí, fíjese que los dos médicos que más han crecido en los últimos años son el cirujano estético y el psiquiatra: el médico de la imagen y el del cuidado interior. ¿La crisis ha favorecido aún más este crecimiento? Desde 2008, la crisis en el sur de Europa ha sido muy parecida a la Gran Depresión que vivió Estados Unidos, y ha venido en efecto acompañada por una gran depresión clínica. La depresión, que llamaron el resfriado del siglo XXI, ¿tiene ya proporciones de epidemia? Hay dos tipos de depresión: la endógena, que es de naturaleza hereditaria y bioquímica, y la exógena, donde las reacciones se producen por micro o macrotraumas. En la mujer, con frecuencia, por fracasos sentimentales y familiares, y en los hombres por fracasos económicos y profesionales. Y ahora la pregunta: «doctor Rojas, ¿tiene cura?» Eso, ¿tiene cura? En su 90 por ciento, sí. Ahora hay tres grandes avances: vacunas que frenan las recaídas, nuevos fármacos que además adelgazan, y estimuladores magnéticos transcraneales, un invento de una universidad israelí que descubrió que ciertas descargas eléctricas sin anestesia podían corregir la depresión. ¿El prozac está superado? Cuando empezó a venderse en Nueva York, las llamaron happy pills, píldoras de la felicidad. Sigue siendo un fármaco de enorme eficacia. Pero recuerde que en el Vademécum, el libro rojo de los medicamentos, falta uno: el médico, el psiquiatra, que también cura con su presencia, con su figura. ¿Aprobaría la investigación y aplicación de drogas que hasta ahora se consideran ilegales? La mejor droga es tener un proyecto de vida coherente y realista, basado en el amor, el trabajo, la cultura y la amistad. Permita que insista: ¿se opone? Están ahí: la coca, la heroína, la marihuana, el hachís o el éxtasis son sustancias que producen elevación del tono vital, duran un rato. Algo tendrán cuando tienen tantos usuarios, sin duda. El problema es que causan adicción y hacen perder la libertad, y eso es una pieza clave para la felicidad. Prefiero un buen vino o una cerveza fresca en verano. Los recortes de Sanidad, ¿también han afectado a su disciplina? Claro, el psiquiatra es hoy el médico de cabecera. Soy hijo de psiquiatras, y antes eran los médicos de los locos, de los perturbados. Ahora lo son de la conducta. Usted lleva 40 años escribiendo libros. ¿Ha cambiado también la sociedad, junto a esa percepción? Creo que la sociedad española se encuentra en un momento muy interesante, está muy atenta a ver cómo se gestiona la cosa pública. Y es un país con talento, como Italia, aunque los italianos nos aventajen un poco... Pero estamos en un momento positivo, con nuestras luces y nuestras sombras. En uno de sus libros se ocupaba del hedonismo. ¿Cree que puede ser uno de los grandes problemas de nuestra generación, la que se crió en la democracia? Verá, ha habido tres epidemias de la sociedad moderna: la primera es el estrés, la segunda la depresión, y la tercera el desamor. Actualmente conviven los tres, la última quizá en un primer plano. Y provoca situaciones terribles, porque la sombra del ciprés es alargada... En definitiva, hay que trabajar sin estrés, no caer en la depresión, y trabajar más el amor. No parece que lo hagamos con demasiada diligencia. ¿Por qué se rompen tantas parejas? Ha habido un error gravísimo, en todo el siglo XX, y es pensar que el amor es solo sentimiento, sin pensar que es un acto de voluntad y de inteligencia, también. Es la determinación de trabajar el amor elegido, de manera que la voluntad lima las aristas, las corrige, y la inteligencia distingue lo importante de lo anecdótico. La receta es, pues, clara: amor sólido, voluntad e instrumentos de la razón. ¿Cree que es un buen escenario para examinar la monogamia, ya que la propia realidad se encarga de cuestionarla? En veinte siglos de historia de la Humanidad, la mejor manera de vivir el amor ha sido en pareja. ¿Qué ocurre hoy? Que hay un gran analfabetismo sentimental, especialmente en el hombre de Occidente. Es legión la cantidad de hombres que no saben las características del amor, ni cómo funciona. Hace poco hablé en Miami, para un público mayoritariamente femenino, de las reglas de oro de vida en pareja: evitar discusiones innecesarias, aprender a perdonar, tener sentido del humor, no sacar listas de agravios, no convertir problemas en dramas, relativizar las dificultades... Lo preguntaba porque usted se ha ocupado en sus libros de la promiscuidad. ¿Es un problema hoy? La promiscuidad es un desorden psicológico, porque la aspiración de un amor es ser sólido, fuerte, y solo puede serlo con una persona, no con dos, tres o cuatro. Si es auténtico, el amor busca la exclusividad. Tenemos en este sentido una sociedad técnicamente superavanzada, pero humanamente perdida. ¿Tiene pacientes promiscuos en su consulta? Todos los días viene gente a contarme esas cosas.Nos hemos convertido en los nuevos confidentes. ¿Han sustituido a la confesión de los sacerdotes? Sí, solo que nosotros damos medicación. ¿Le parece que terminemos con una definición de felicidad? Por favor, adelante. Hay dos definiciones: una es tener buena salud y mala memoria. La otra es estar contento con uno mismo, al comprobar que hay una buena relación entre lo que uno ha deseado y lo que ha conseguido. Como Cernuda: la realidad y el deseo... Déjeme sin embargo concluir con otro poeta, uno del siglo XII: Ibn Hazm, El collar de la paloma. «Corazón que no quiera sufrir dolores, pase la vida libre de amores».

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