Todas las predicciones no podían estar equivocadas, y en el interior del templo el comisionado Jesús Creagh llegó a confesar que, prácticamente, en ningún momento contó con un pronóstico que le permitiera vislumbrar la más pequeña de las posibilidades. Lo sabía él, pero también los nazarenos, costaleros, acólitos y demás personal de San Esteban. Quizás por ello la entereza fue mayor de lo acostumbrado. Hubo lágrimas, pero éstas fueron más contenidas. Parecía como si las primeras ya hubieran sido derramadas antes de salir de casa, con el nefasto vaticinio de que éste no iba a ser un buen Martes Santo.
Así las cosas, la decisión estuvo en boca de todos mucho antes de que desde la junta rectora se confirmara lo que era una verdad insobornable desde bastante antes de la hora fijada para la salida. En su palio, María Santísima de los Desamparados congregó durante todo el compás de espera a numerosos hermanos que quisieron confiarle su desconsuelo. Ni un solo gesto de esperanza se vislumbró en el interior del templo. Ni tan siquiera entre la legión más joven de las filas cundió el ánimo. San Esteban era ayer un reguero de desaliento, de caras compungidas, de miradas al filo del llanto.
En el atrio, palabras muy emotivas de Creagh hacia los hermanos discapacitados y ancianos que como viene erigiéndose en costumbre realizan una ofrenda floral en la Catedral a la Santísima Virgen de los Reyes durante el paso de San Esteban por aquellas dependencias. Y al pie de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje otro momento de intensidad en forma de homenaje.
El hijo del histórico Rafael Ariza -quien fuera capataz titular de San Esteban, La Hiniesta, La O y La Soledad de San Lorenzo- ordenó alzar el paso en el interior de la iglesia en recuerdo de su padre. Ahí sí y, como no podía ser de otra manera, entre los costaleros se desbordó la amargura contenida.
Luego, tras el rezo del Via Crucis, las puertas quedaron abiertas y la bulla que siempre acompaña la salida de la hermandad reapareció en forma de fieles que se agolpaban para ver a las imágenes titulares. Ningún comentario pillado al vuelo criticó la decisión, nadie se hizo el sorprendido. Las horas del mediodía en San Esteban transcurrieron muy lentamente. La tensión por lo que era inevitable duró demasiado tiempo. La lluvia, en el exterior, no cesaba.