La carita de Clooney en el anuncio la pondría cualquiera que esté roneando, si una señorita torera, objeto del tonteo, cortara de una certera estocada las gónadas de un morlaco en tu presencia y las pusiera a macerar en su copa de martini. Los hombres somos vulnerables, mucho, por ahí abajo, porque nos queremos otro tanto, tambien por el mismo sitio. Los romanos no juraban por los dioses ni ante las Tablas, sino por sus huevos, con la mano sobre ellos. Por eso, hoy decimos testificar y atestiguar que viene de testiculus. Es una promesa potente: "promesas no son promesa si no cuesta lo ofrecío". Cuando se promete o jura, aunque el rey, por cojones, te ponga el crucifijo o la Biblia, los ministros saben lo que se juegan: sus huevos o sus ovarios. Y no se deben confundir esos con otros huevos mal escritos. Los uebos, tanto por lo que mandan que por lo que cuestan, son otra cosa, con otra raíz latina. Poco a poco, se fue levantando la mano de jurar, quizá porque los testículos, igualmente, a veces, suben hasta casi el pescuezo, de corbata, y también por la manía cristiana de pecaminar y sacralizarlo todo.
En cualquier caso, gracias a la poca vergüenza, pero sobre todo a la ciencia, el juramento vale cada vez menos. Aunque te los corten, como temía inconsciente Clooney, te los recomponen como felizmente ha experimentado un ciudadano senegalés. La faloplastia es un avance de la ciencia pero un retroceso en los valores, machistas se entiende. Lo próximo será comprobar si hay rechazo, espero que no, porque más de uno piensa darse un estirón pero de carne de antebrazo de negro, claro, y con contrato de integración.
Licenciado en Derecho y Antropología
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