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Tiempo de cinemascope

Todos conocen a Rafael Acosta como Rafael El del cine, porque ahí trabajo desde aquel 15 de mayo de 1948 en que se proyectó la primera película en Los Palacios y Villafranca. Hace unos días recibió el reconocimiento de su pueblo. Foto: El Correo.

el 15 sep 2009 / 11:11 h.

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Todos conocen a Rafael Acosta como Rafael El del cine, porque ahí trabajo desde aquel 15 de mayo de 1948 en que se proyectó la primera película en Los Palacios y Villafranca. Hace unos días recibió el reconocimiento de su pueblo. Entonces había cuatro cines en el pueblo. Hoy no queda ninguno.

El cine era entonces una barraca mágica que podía instalarse en cualquier sitio. Tras la Guerra Civil se proyectaban en la plaza de España escenas mudas que se adelantaban al sonido gangoso de los tocadiscos y el público apenas se daba cuenta, hechizado en el instante en que Ava Gardner se volvía para desvestirse.

Cuando era niño sorprendía a sus amigos cuando corría a colocarse detrás de la pantalla, y cuando le preguntaban por su prisa, él enarcaba una ceja y recordaba que la actriz se había vuelto desnuda y que él la había sorprendido de frente. La verdad es que, sólo veía el plano invertido, pero muchos llegaron a creerlo. Ya era un experto en Hollywood y dejó la carpintería en la que estaba de aprendiz para dedicarse al cine y sustituyó al carpintero del pueblo, que cuando volvió del servicio militar no quiso continuar arreglando los asientos, cuyas puntillas se desclavaban y hacían sietes en la ropa de los espectadores.

"Le tuvimos que pagar el traje a alguno", recuerda este hombre, que desde la primera película proyectada en el cine Alegría en 1948, El libro de la selva, ejerció de carpintero remendón, de taquillero, barrendero y acomodador.

El pueblo tenía entonces cuatro cines, aunque la competencia entre aquellos empresarios que cobraban una peseta por película redujo las pantallas y los tablaos, pues los cines servían tanto para proyectar cintas, como para las actuaciones de aquellas cantantes de pueblo que viajaban con su madre.

Una de ellas le pidió una vez que le arreglara su maleta de cartón. "Te voy a pagar en carne", le susurró al oído. Se esmeró y cuando esperaba ilusionado aquella recompensa, la muchacha apareció con una viejecita. "Te presento a mi madre", le dijo. Él agachó la cabeza y no la levantó hasta que la cantante le gritó desde la ventanilla del coche, cuando se iba: "¡Que no era mi madre, sino la planchadora!". Otro día, dos vecinos le preguntaron si "la película la protagonizaba Henry Fonda o Kirk Douglas". Él, salomónico, contestó: "El protagonista aquí es Emilio Agüero". Era el hombre que llevaba las cintas.

Tanto ha significado el cine para este vecino que a sus más de 70 años vive en uno. Su casa está dispuesta tras la gigantesca pantalla del cine Las Vegas, abandonado desde hace cinco años. Por las noches, aún oye aquellas diligencias que lo llevaron tantas veces al lejano Oeste.

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