La relación de Vicky Peña con el musical es bien conocida por el aficionado. La actriz ha llevado a los escenarios de Barcelona y Madrid a Sondheim -Sweeney Todd, Golfus de Roma y A Little Night Music- y a Loesser -Guys and Dolls-. Y del musical de Broadway se ha pasado con absoluta naturalidad al cabaret berlinés, en sentido contrario a como lo hiciera su homenajeado Kurt Weill, con un espectáculo que aúna nostalgia, emoción, buen gusto y vocación didáctica.
Nada convencional, descalza paseó por el escenario del Lope de Vega algunas de las mejores canciones del autor de La ópera de tres peniques, afrontando sin complejos varios idiomas, inglés, francés, castellano, alemán y catalán, con perlas como Bilbao, Alabama Song, Speak Low, Youkali, September Song, La saga de Jenny o el celebérrimo Mack el Navaja, del que como propina ofreció una estremecedora versión de su propia cosecha.
Y entre tema y tema, tiempo para recordar al compositor, su época y los talentos que le apoyaron, muy especialmente Lotte Lenya, musa, amante y confidente. La voz de Peña aportó entusiasmo y estilo; sedosa a veces, crispada otras, a menudo demasiado engolada. Pero su interpretación fue sencillamente mágica, capaz de provocarnos escalofrío, disfrutando ella y por supuesto nosotros. Le acompañó la extraordinaria sensibilidad de Jordi Camell al piano, capaz de extraer de cada partitura toda la fuerza expresiva del genio de Weill.