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Todo a punto para la 'Feria de la crisis'

¿Qué es lo que ocurre cuando el mundo se despierta y se da cuenta de que ha habido una contracción internacional del crédito interbancario, de que las empresas no pueden asumir los costes de producción y optan por aprobar expedientes temporales de empleo? Pues que la gente se va a la Feria.

el 16 sep 2009 / 01:52 h.

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¿Qué es lo que ocurre cuando el mundo se despierta y se da cuenta de que ha habido una contracción internacional del crédito interbancario, de que las empresas no pueden asumir los costes de producción y optan por aprobar expedientes temporales de empleo? ¿Qué pasa cuando los empresarios dejan de pagar a los proveedores y los proveedores a sus empleados, y una mañana de abril el país se descubre con cuatro millones de parados, y más de 200.000 están en Sevilla? Pues que la gente se va a la Feria.

La Feria se estaba armando ayer aún con tornillos, tablones y escaleras, y está llamada a agrupar a más un millón de personas en una semana. No todos están a salvo de la crisis, pero los hay que van al Real a burlarse de ella. Aquí, entre las 15 calles y las 1.047 casetas. Sólo la titularidad del terreno de la más pequeña cuesta 1.200 euros. La cuota que paga cada socio al año ronda los 500 euros. Después está lo que cada uno gaste de media en comida, en bebida y en invitar a los amigos.

-"¿De media? ¿Usted es de Sevilla?", pregunta, asombrado, Juan Berraquero.

-Mi jefe me dice que pregunte si les afecta la crisis.

-¿Y su jefe es de Sevilla?

Juan, jubilado, presidente de la caseta 136 de Juan Belmonte. No dice que no haya crisis en la Feria, pero que en la Feria "ni se pregunta, ni se habla ni se piensa en la crisis". "El que tiene un problema gordo es el que se quedó parado ayer. Comerse dos gambas en vez de tres no es crisis". Rogelio Moreno le hace apuntes: "La Feria sin dinero mejor no verla", y cortésmente responde: "Aquí uno gasta 200 euros al día, como poco".

Dentro de las casetas se oían más martillazos que sevillanas. El albero de las calles era de un amarillo intenso porque acababan de regarlo, y estaba compacto y rígido porque acababan de apisonarlo. Hasta que no le claven los tacones de gitana no soltará el polvo de la Feria que se traga la gente mientras bebe manzanilla. El Real, ayer, era un solar de carga y descarga, incluso había multas de aparcamiento por doquier. Se veían entrar carretillas con cajas y cajas de cerveza, de fino, de langostinos, de jamón, de quesos de oveja, y luego salían vacías. Como si alimentasen a una bestia del consumismo que se dispone a tragarse a 200.000 sevillanos al día.

"¿La crisis? ¡Ah, sí, la crisis. Pues, verá, este año nos vamos a gastar un poquito más, por si el año que viene ya no nos queda ahorrado o nos han echado del trabajo", decía Manuel, de la caseta El Autocar. ¿Y llegaremos a fin de año? "A fin de año, sí, a fin de mes, ya veremos".

La verdad es que la Feria contradice todos los problemas que ahora asfixian al sistema financiero internacional. Si allí ha desaparecido la liquidez y el capital no fluye, en el Real pasa lo contrario: el dinero en efectivo está en los bolsillos y cambia de manos con más rapidez que en el resto del mundo. "Con sólo un minuto de lo que se consume aquí, tendríamos para vivir todo el año", dice Rogelio. A Mariano se le ocurre llevarse la Feria "a Wall Street o adonde se mueva el dinerito", para solucionar lo de la falta de fluidez. El buen hombre tiene la pierna operada, y está sentado en la calle trenzando flores rojas de papel junto a cinco mujeres, imaginando que el G-20 ganaría más si fuera un coro de mandatarios del mundo sentados en sillas de enea invitando a jamón a toda la caseta.

Pero no basta con taconear con fuerza el tablao para no oír hablar de la crisis. Hay anuncios escritos a mano en los postes ofreciéndose para trabajar: "Responsable y con buena presencia solicita emplearse en una barra"; "Camarero, o guarda, necesito trabajo, tractorista". "Aquí vienen muchos a dejar el currículum al bar, incluso universitarios con idiomas", cuenta un camarero de la caseta Agrupación de vendedores de prensa. "La recaudación en los cacharritos ha bajado un 30%. Pagamos 24.000 euros por atracción, y nos sale a cuenta, pero no mucho", dice Francisco Vila, de la Barca Vikinga.

Después están los que piensan que la crisis siempre ha existido. Ahí están Los económicamente débiles, una caseta que existe hace 40 años, y cuyos socios reconocen que ahora están algo mejor. "Ya no reutilizamos las puntillas que sacamos del tablao de un año para otro", bromea una de las veteranas. Gracia Rabanal, de Amigos de Sevilla, dice que el secreto es controlar a su marido, "que tiene tendencia a invitar a todos", y su primo está convencido de que ésta será "la Feria del gañote". "Los gañoteros se arrimarán para que les inviten en todas. Y háblales a ellos de crisis", dice.

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