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Todo está abierto

La evolución no siempre lleva al progreso, pero sí es cierto que del transcurso histórico de nuestra cultura occidental se pueden extraer adelantos importantes para el bienestar de sus pueblos. En el plano del pensamiento, hay avances notables que están ligados al reconocimiento...

el 14 sep 2009 / 22:35 h.

La evolución no siempre lleva al progreso, pero sí es cierto que del transcurso histórico de nuestra cultura occidental se pueden extraer adelantos importantes para el bienestar de sus pueblos. En el plano del pensamiento, hay avances notables que están ligados al reconocimiento de derechos y a la extensión de los mismos a colectivos que en épocas pasadas habían sido excluidos. Nos referimos por ejemplo a los derechos de las mujeres, siendo inconcebible que en la actualidad se pueda mantener su inferioridad respecto de los varones; o a la posibilidad de interrupción voluntaria del embarazo en unos términos que han sido aceptados por la moral social; también, al reconocimiento de la libertad afectiva y sexual con el divorcio como máxima expresión, en unos tipos de familias que se asientan en la voluntad de mantener estas relaciones, incluidas las que surgen entre personas del mismo sexo, sin olvidar a los transexuales. Igualmente, se han dado pasos importantes en la protección de las niñas y de los niños como signo de madurez de una sociedad que se preocupa de los más débiles. Y así podríamos seguir... En todos estos casos, y en otros que podríamos mencionar, se ha procedido sin imponer modelos de comportamientos, sin negar la diversidad; por el contrario, ampliando las posibilidades de actuación de las personas para que todas tengan cabida en una sociedad que se pretende justa y tolerante.

Y estas conquistas son una seña de identidad de la cultura a la que pertenecemos. Si antes eran temas cerrados sobre los que no cabía cuestionamiento alguno, ahora aparecen abiertos, sin resolver y sujetos a discusión. Hace poco un conocido columnista en un diario nacional ha retomado, aunque de forma ambigua, la vieja tesis de la incapacidad de las mujeres para los planteamientos teóricos. De otro lado, el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, que ya estaba asentado en España desde hace años, es objeto de persecución e, incluso, de cuestionamiento, hasta el punto de que la reforma de su régimen jurídico se considera un tema espinoso. El divorcio, el matrimonio de homosexuales y todo lo que se oponga a la llamada familia tradicional, concita una manifestación en la que algunos Obispos hablan de disolución de la democracia o de atentado a los derechos humanos. Otro obispo, en este caso el de Tenerife, afirma que hay menores que incitan al abuso sexual, como si se pudiera justificar ese comportamiento execrable. En un plano diferente, pero no muy distinto, la teoría creacionista sobre el origen del mundo y su evolución se quiere imponer, negando lo que la ciencia ha demostrado.

Estamos asistiendo a un resurgimiento de posiciones fundamentalistas que quieren dar marcha atrás en las conquistas de una sociedad plural y tolerante. Pero esto no es lo que preocupa, pues en el diseño que defendemos caben todos, incluidos aquellos que disienten de lo alcanzado. Lo más preocupante es que quieran imponer sus ideas, que quieran negar al distinto y diferente para construir de nuevo una sociedad monocolor y uniforme en la que solo quepan ellos, poseedores de la verdad y tocados por la mano de Dios. Una situación, la descrita, sobre la debemos estar alertas, y sobre la que tenemos que desplegar toda la capacidad de persuasión que el pensamiento de progreso es capaz de rendir, que es mucha.

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