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Todos los hombres de la Vicepresidenta

Independientemente de la ideología de cada uno, suelo fijarme en los políticos que han leído a Baltasar Gracián, o incluso que si no lo han hecho ponen a diario en práctica algunas de las trescientas sentencias comentadas o consejos que contiene su imprescindible "Arte de la prudencia"...

el 15 sep 2009 / 23:08 h.

Independientemente de la ideología de cada uno, suelo fijarme en los políticos que han leído a Baltasar Gracián, o incluso que si no lo han hecho ponen a diario en práctica algunas de las trescientas sentencias comentadas o consejos que contiene su imprescindible "Arte de la prudencia" que toda personalidad pública debería tener en la mesita de noche.

"Es una gran suerte de los poderosos acompañarse de hombres de gran entendimiento", dice el sabio escritor jesuita al reflexionar sobre la necesidad de tener inteligencias auxiliares. Y es una gran verdad que los líderes que saben hacer equipo y rodearse de gente válida y competente alcanzan cotas de enorme eficacia en la gestión, por mucho que su labor pueda aparecer ante la opinión pública diluida en la excelencia de ese conjunto bien formado y engrasado por la experiencia y el saber de cada individualidad.

Estas cosas se ven de lejos. Tengo observado desde hace tiempo el arte de la prudencia que ejercita María Teresa Fernández de la Vega, sin lugar a dudas -al menos para este comentarista- la mejor cabeza del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Por encima de los chascarrillos sobre su fondo de armario (no está reñido ser feminista con ser femenina, y esta señora tiene un gusto excelente), la Vicepresidenta Primera es a juicio de no pocos observadores una mujer que reúne para la política valores acumulados difíciles de encontrar en el atolondrado panorama que vive hoy España.

El hecho de que ayer mismo se esté informando de que el nuevo titular de Justicia, Francisco Caamaño, es un hombre próximo a la vice, no deja de sembrar tranquilidad entre tantos españoles como hemos seguido con creciente preocupación la derrota que tomaba el Ministerio de Justicia, cuyo dimisionario pasará a la galería del caserón de la calle San Bernardo retratado con orejas de asno, como antiguamente se castigaba a los escolares díscolos y pésimos.

La primera impresión que tenemos del señor Caamaño no puede ser mejor ni más distante de la escopeta que acaba de perder el Gobierno. Perfil de político moderado, dialogante, instruido y, parece ser, que seguidor del arte de la prudencia, según reconocen tirios y troyanos. Es una rectificación en toda regla por parte del presidente Zapatero. Todo parece indicar que el nombre se lo ha soplado María Teresa Fernández de la Vega.

La democracia en nuestro país estará mucho más asentada cuando, incluso personas que nunca votan socialista, reconozcan sus aciertos sin complejos ni miedo al qué dirán. Mis ya muchos años de periodista en activo me han enseñado que la única independencia a que podemos aspirar los profesionales es a valorar el mérito allí donde se encuentre, por mucho que nuestro corazón esté en otro lado. Valorar el mérito y naturalmente criticar los errores y desaciertos. Otro gallo le cantaría a esta España mediática si los informadores y analistas políticos intentásemos al menos aproximarnos a ese principio esencial de la independencia de criterio al que éticamente nos debemos.

Periodista

gimenezaleman@gmail.com

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