-¿De dónde le viene esa fascinación por el mundo de los aeropuertos y los vuelos?
-Son lugares que nos obligan a hacer algo que ya no sabemos hacer: esperar. Me gusta verlos como catedrales de la espera. Como espacios de frontera entre el ir y el venir.
-Pero usted los contempla también como microcosmos...
-Claro porque los aeropuertos son lugares muy políticos. En ellos se puede ver la jerarquía entre las nacionalidades y las diferencias de clases entre quien vuela en turista y quien lo hace en business. Además volar nos iguala en la fe, todos creemos en Dios cuando despegamos y nos olvidamos de él nada más aterrizar.
-En Cómo viajar sin ver parece renegar en cada página de contar anécdotas estrictamente personales. ¿Por qué ese distanciamiento?
-Mi ombligo es mucho menos importante que la realidad de Latinoamérica. Yo he querido ser un testigo, no un protagonista. Tendrá que ver con mi animadversión hacia los libros donde los escritores se tornan muy visibles.
-¿Cómo se manejan los tiempos de escritura a lo largo de un viaje con 18 vuelos comprimidos y sin apenas tiempo para disfrutar de los lugares?
-La escritura es una forma de adaptación al medio y en esta ocasión el reto era aceptar la norma del juego, que era escribir cuando se podía. De todos modos recuerdo que, en medio de bastantes entrevistas, pedía como excusa ir al baño con objeto de aprovechar para escribir tal o cual cosa que acababa de ver en mi entorno.
-El golpe de estado en Honduras y la gripe A son algunos de los temas que se cruzan en el libro. ¿No teme que todo esto quede caducado pronto?
-Traté de captar el presente, no la actualidad. Me refiero a la gripe A para hablar de la gestión del pánico público y apunto el asunto del gobierno de Honduras para abordar las débiles democracias en Iberoamérica. Registro la anécdota para bucear en su trasfondo.
-¿Recomendaría su nuevo libro al posible lector que, hasta la fecha, no conozca ni una sola de las líneas anteriores de Andrés Neuman como poeta y como narrador?
-Si le interesa la situación actual de Latinoamérica desde luego que sí se lo recomendaría. Cómo viajar sin ver participa de un género llamado crónica pero maneja recursos de la novela. No es un libro de ficción, quien quiera uno así siempre puede recurrir a cualquiera de mis publicaciones anteriores.
-Recapitulando el viaje, ¿qué aeropuertos le dejaron una huella personal o literaria más notable?
-Todos son fascinantes y detestables, irritantes e hipnóticos a partes iguales. Me impresionó el de Quito, con un biombo que impide que sus muchos emigrantes puedan despedirse de sus familiares mientras despachan su equipaje. Y me maravilló la luz natural del nuevo aeropuerto de Ciudad de México, donde ocurre lo que parecía imposible: un rincón de calma en mitad del caos.
-Lleva algún tiempo encadenando libros y éxitos. ¿Para cuando Neuman en e-book?
-No lo sé. ¿Cuánto tiempo durarán los formatos electrónicos actuales, quién nos asegura su legibilidad a largo plazo? Creo sinceramente que estamos siendo víctimas (consumidoras) de una guerra de soportes. A mí me interesan más los contenidos.
