Todos son de Susana

De los expresidentes de la Junta solo estuvo Borbolla, el más crítico con Díaz. Ni Chaves ni Escuredo asistieron.

el 05 sep 2013 / 07:00 h.

Susana Díaz abraza a Amparo Rubiales. Susana Díaz abraza a Amparo Rubiales. Hubo un tiempo –no hace mucho– en que los socialistas se dividían a partes iguales entre los partidarios de Susana Díaz y sus detractores. Era la época en que la trianera ejercía su mano de hierro como número dos del PSOE de Sevilla y más tarde como secretaria de Organización del regional. Sus 15 meses como consejera de la Presidencia han borrado buena parte de esa fama de killer de la política y su ascenso meteórico ha acallado, bien por convencimiento bien por interés, muchas voces críticas. Ahora todos, o casi todos, son de Susana. “Más nos vale”, comentaba ayer un dirigente socialista minutos antes del discurso de investidura. Supone “un nuevo tiempo”, la “esperanza”, el “futuro”. Así respondían uno tras otro los socialistas que se agolpaban en el Hospital de las Cinco Llagas para escuchar la intervención de la que hoy se convertirá con 38 años en la primera presidenta de la Junta de Andalucía. La protagonista irrumpió con falda y cuerpo negro y chaqueta blanca en el salón de plenos minutos antes de las 12 envuelta en una nube de cámaras y flanqueada por el vicesecretario general del PSOE andaluz, Mario Jiménez, y por el presidente de la Junta en funciones. A José Antonio Griñán se le vio relajado. Llegó al Parlamento una hora antes del discurso y pasó un rato distendido en la cafetería con su mujer y algunos asesores. Los otros líderes políticos también aterrizaron en el hemiciclo rodeados de sus equipos. Juan Ignacio Zoido, presidente del PP-A, apareció junto a José Luis Sanz, Ana Corredera y Alicia Martínez. Un rato antes, el alcalde de Sevilla estuvo en un acto con jóvenes artistas becados. El que apareció y desapareció totalmente desapercibido fue Javier Arenas, en el punto de mira ahora por su conexión con el extesorero del PP Luis Bárcenas. IU llegó en procesión, con lo poco que le gusta a la federación de izquierdas un acto religioso. Su coordinador, Antonio Maíllo, seguido de José Antonio Castro, José Manuel Mariscal y los tres consejeros: Diego Valderas, Elena Cortés y Rafael Rodríguez. Todos llevaban un discreto cartel con el no a la guerra. El diputado díscolo y líder de la CUT, Juan Manuel Sánchez Gordillo, que se opone a la investidura de Susana Díaz, también acudió pese a sus problemas de salud. Los socios en el Gobierno andaluz sonreían con cada guiño que la candidata a presidenta les lanzaba desde la tribuna, como las medidas contra la corrupción o el banco de tierras. El discurso de Díaz duró una hora y tres minutos. Empezó algo nerviosa, pero fue cogiendo seguridad. Se notaba que lo había ensayado a conciencia. Cosechó diecinueve aplausos, todos de su partido excepto uno también de IU, cuando aludió al hecho “histórico” de que una mujer fuera presidenta de la Junta. Cuando terminó, se abrazó a Griñán y a Valderas. Sus palabras las siguieron atentos más de un centenar de invitados dentro del hemiciclo, entre ellos su marido, José María Moriche. Bueno, a alguno se le cerraban los ojos, como al Defensor del Pueblo, Jesús Maeztu. Allí no cabía un alfiler. Había tantas personalidades que limitaron los tradicionales asientos reservados para la prensa. Estaban los líderes sindicales, Francisco Carbonero (CCOO) y Francisco Fernández (UGT); el presidente de la patronal, Santiago Herrero, la delegada del Gobierno en Andalucía, Carmen Crespo; la exconsejera y exministra Rosa Aguilar, entre otros. Del PSOE federal, dos mujeres de peso: la vicesecretaria general, Elena Valenciano, vestida de blanco con foulard verde –“como la bandera de Andalucía”, presumía–, que luego almorzó en el restaurante Tribeca, y la portavoz en el Congreso, Soraya Rodríguez. Muy cerca de Valenciano estuvo Miguel Ángel Heredia, secretario provincial del PSOE de Málaga y uno de los que podría ocupar algún puesto relevante en el Gobierno. La representación de los expresidentes de la Junta se limitó a José Rodríguez de la Borbolla, curiosamente uno de los más críticos con la elección de Susana Díaz. Ni Rafael Escuredo ni Manuel Chaves asistieron. También en la bancada de invitados se encontraba el alcalde de Alcalá de Guadaíra (Sevilla),Antonio Gutiérrez Limones, rival de Díaz en el último congreso provincial. Sus opositores, la mayoría callados. Estos días todos (o casi) son de Susana.

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