F. Veiga
¡Vaya primavera que lleva Triana! Tras las procesiones por el XXV aniversario de la coronación de la Esperanza, ayer le tocó al Corpus Christi, que congregó a los vecinos más fieles, que disfrutan desde pequeños con la sucesión de imágenes de fervor.
El cortejo, con representaciones de todas las hermandades del arrabal, lo abrió la banda de música de la Esperanza de Triana, y atravesó las calles estrechas del barrio engalanadas con guirnaldas, altares y un público entregado.
Luego enfilaron las calles los pasos del Niño Jesús, Santa Justa y Rufina, la Inmaculada y, finalmente, la Custodia. El calor de Triana no sólo lo puso la fuerza del verano, sino todo un mar de vivencias que han hecho que los vecinos hayan formado una piña desde tiempos inmemoriales y se sientan como si fueran familia.
Así, junto al altar de la Asociación Juvenil Señá Santa Ana (ganador del concurso de altares de este año), en el corazón de la calle Pureza y mientras discurre el cortejo, rememora las suyas Ana Sánchez, trianera nacida en Villamanrique de la Condesa pero vecina del barrio desde 1960, que no se pierde ningún Corpus Chico desde entonces: "Llegué perdida del pueblo, y aquí me acogieron en las grandes casas de vecinos que había. No eran mi familia, pero eran más que mi familia". A esto llega el paso de la Inmaculada, portado por los costaleros del Caballo -nombre coloquial del paso de las Tres Caídas-, explica esta vecina.
Además de demostrar que trianero uno también se hace, la mujer hila recuerdos como cuando vio de joven, desde su propia casa, cómo Antonio Ordóñez regalaba un manto a la Virgen de la Esperanza, o cómo jugaban de niños los hoy universales Morancos.
Pero ayer, el llamado Corpus Chico visitó hasta ocho barrios. Aunque Triana y La Magdalena fueron los principales, San José Obrero, San Pablo, Santa Genoveva o la Sed también acompañaron a su Custodia.
