Cofradías

Triana se impregna de romero

La plaza del Altozano acoge una multitudinaria misa previa al peregrinaje del Simpecado a la Catedral para oficiar los cultos.

el 13 oct 2013 / 13:16 h.

El Simpecado comienza a andar hasta la Catedral desde el Altozano. / @alexruizreyes El Simpecado comienza a andar hasta la Catedral desde el Altozano. / @alexruizreyes El reloj aún no marca ni las diez de la mañana y ya es imposible encontrar una mesa libre en cualquiera de los veladores de San Jacinto para tomar un café. “Mira, ésa es la Virgen que sale en la carreta del Rocío; hazle una foto, niño”. La señora, que se pone en pie a su paso, trata de explicar a su nieta qué es lo que está viendo. Tras un cortejo de 200 personas con sus medallas al cuello y portando un cirio verde, aparece el Simpecado de la hermandad de Triana que, solemne, camina a paso lento paladeando el sabor de las calles de su barrio –con balcones engalanados con mantones bordados– mientras enfila los últimos metros hasta alcanzar la plaza del Altozano sobre un manto de romero esparcido por el suelo. Varios miles de personas arroparon al Simpecado de la hermandad del Rocío de Triana en la celebración de una emotiva misa para festejar el bicentenario de la fundación de esta corporación, que se desarrolló sobre un altar vestido con un austero exorno floral y ocho cirios montado a los pies del puente de Triana e instalado a escasos metros de la capillita del Carmen, desde donde la Virgen Chiquita divisaba a su barrio antes de emprender el peregrinaje hasta la Catedral. Un total de 1.250 sillas, cifra que se ha quedado corta ante la afluencia de hermanos y trianeros, fueron dispuestas para que las personas más mayores pudieran seguir el oficio, que arrancó rememorando los 200 años que se cumplen desde que el arrabal trianero vio nacer a la hermandad, la más antigua de las filiales rocieras de la capital. Un barrio, además, “que siempre se distinguió por su amor a la Virgen”. Durante la celebración de esta misa, que la hermandad pretendía que fuese austera y sin gran boato, el mensaje fue claro. “No somos una hermandad creada para mirarse el ombligo ni para replegarse en sí misma, sino que formamos parte de algo mayor y por eso vamos a la Catedral. Ésa es la grandeza de Triana, que pertenecemos a algo más grande, a ese crisol de la Iglesia Católica”. El coro de la hermandad, compuesto en esta ocasión especial por un centenar de personas, tanto miembros actuales como anteriores, propició algunos de los momentos más emotivos de la ceremonia religiosa, concelebrada por los directores espirituales que ha tenido la corporación. En torno a las 15.00 horas el cortejo, en el que participó el alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido, junto a otros miembros de la corporación municipal y autoridades del Ejército del Aire, alcanzó la parroquia del Sagrario, para comenzar ya a partir del miércoles el triduo y en espera de que el próximo sábado el cardenal y arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, celebre en el Altar del Jubileo un solemne pontifical para conmemorar los 200 años de vida de la hermandad, poniendo así el broche de oro a esta celebración, antes de regresar a su casa, en la calle Evangelista. Su hermano mayor, Ángel Rivas, señaló ayer a este periódico, cuando el Simpecado enfilaba el puente de Triana buscando el Arenal para llegar hasta la Catedral, su satisfacción y emoción por la respuesta que Triana ha brindado a su hermandad del Rocío. “Ha sido una misa masiva, con casi 2.000 comuniones, y el barrio volcado con su hermandad. Ha sido un momento que ni en sueños hubiéramos imaginado”, precisó con dificultad para encontrar con qué palabras definir esa sensación. La magia aportada por el coro la explica en que todos “han puesto su corazón y su alma” en este momento tan especial, que la hermandad, “que lleva muy a gala el nombre de Triana por todo el mundo”, quería brindar como homenaje y regalo a su barrio. Y el barrio le ha devuelto el regalo, en forma de cariño, a su Virgen Chiquita con motivo de su bicentenario.

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