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Tristeza en el Maestranza

El pasado día de Año Nuevo falleció en Sevilla, con cuarenta y siete años de edad, en plena juventud, Juan Carlos Moreno Peña, un sevillano de adopción con familia procedente de la localidad gaditana de Ubrique. Todos los aficionados sevillanos, líricos y sinfónicos, lo conocían...

el 15 sep 2009 / 20:58 h.

El pasado día de Año Nuevo falleció en Sevilla, con cuarenta y siete años de edad, en plena juventud, Juan Carlos Moreno Peña, un sevillano de adopción con familia procedente de la localidad gaditana de Ubrique. Todos los aficionados sevillanos, líricos y sinfónicos, lo conocían.

En la Sinfónica de Sevilla y en el Teatro de la Maestranza hizo de todo: prensa, relaciones públicas, documentalismo gráfico, editor, corrector, traductor, etc. Durante años fue profesor de italiano en la Asociación Dante Alighieri colaborando con Elvira de la Peña y Luis Cordero. Era un buen políglota. Manejaba cinco idiomas. Estaba al tanto de todos los grandes acontecimientos líricos y musicales del mundo. Conocía todas las nuevas voces. Y viajaba a los grandes teatros para asistir a los estrenos de las últimas grandes producciones. Su memoria era prodigiosa, una auténtica computadora.

Pero hay una característica que define mucho la personalidad de Juan Carlos Moreno Peña. Su discreción, su saber estar, su obsesión por ocupar siempre un segundo plano en cualquier reunión o conversación de amigos y aficionados. De hecho, cuando al terminar de redactar estas líneas he buscado en mi archivo fotográfico -en el que hay centenares de referencias gráficas sobre el Maestranza y la Sinfónica- alguna imagen de Juan Carlos Moreno, no la he encontrado.

Sólo conservo la foto-carnet que figura en su ficha de alumno de Tercer Ciclo de la Universidad de Sevilla, ya que Juan Carlos se matriculó en un curso de doctorado que impartí en 2003 sobre la metodología de la elaboración de una Tesis Doctoral. Allí se ganó la admiración y el cariño de sus compañeros de curso, la mayoría de ellos venidos de países hispanoamericanos. Recuerdo que, cuando se dirigía a mí durante la clase para consultar cualquier tema o para intervenir en una discusión, siempre lo hacía con el respetuoso tratamiento de "Profesor".

Sus restos descansarán para siempre, por decisión de su madre, que también viviera con anterioridad la durísima experiencia de perder a una hija, en su localidad natal de Ubrique. Pero su corazón seguirá siempre en Sevilla, en la memoria y en el recuerdo de todos los melómanos y de todos los amigos que le admiramos y le quisimos; los que tuvimos la suerte de compartir su trato siempre afable, sus conocimientos, su prudencia, su sencillez, su modestia, su exquisitez, su hombría de bien, su vastísima cultura y su impresionante sabiduría.

Era trabajador incansable y listo como el hambre. Pablo Bayón lo definió como hombre de curiosidad insaciable y "machadianamente bueno". Y ello es una pura verdad, porque Juan Carlos fue esencialmente eso, un hombre sabio y un hombre bueno, un auténtico ángel cuyo nombre estará siempre indisolublemente asociado con la historia del Teatro de la Maestranza y de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Descansa en paz, Juan Carlos, allá Arriba, cerca de esa Belleza Absoluta que tanto perseguiste en vida, en compañía de tu Mozart, tu Mahler y tu Chopin del alma.

Catedrático de Historia de América y miembro del Consejo Editorial de El Correo.

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