Tsunami en la plaza de Castilblanco

El municipio celebró su Fiesta del Agua en la renovada plaza Amarilla como preludio a la Feria y Fiestas Patronales.

el 04 ago 2011 / 19:03 h.

Los vecinos se agolpan para llenar sus 'armas', los cubos.

Cada cual porte su cubo, así dicta la ley de esta batalla singular. A las cinco y media de la tarde se abría el grifo. No aparecen ni el alcalde ni el exalcalde. Ellos no se mojan. Tan sólo un concejal, responsable de Obras y Servicios. Consenso pasado por agua. El pueblo entero se baña, nadie se ahoga. El niño sin camiseta, la joven en bikini, una señora que ríe como una posesa, un señor medio ciego, con unas gafas completamente mojadas… Comienza el diluvio universal. ¿Estará por aquí Noé con el arca?

“Niño, dale a tu madre en el lomo”, exclama uno que se refriega la cara con el brazo, aguantando un chorro inesperado. Hasta los insultos bien dichos, sin palabrotas feas, refrescan un poco. Con tanta agua, aquí parecen lavarse hasta las ofensas. Sufriendo una temperatura casi infernal, el baño sienta como agua bendita, aunque no venga de la pila sacramental, sino del viejo pilón ya desaparecido, el pilar de San José. El antiguo pozo permanece cerrado, pero aún conserva bastante caudal. “Agua que no se puede beber, déjala correr”.

Como no es potable, cubos más cubos. Y así continúa la guerra. “Fuentes municipales” calculan el gasto podría rondar unos 200.000 litros de agua, más los 2.500 de una cuba móvil.

“Ahora te ha tocado a ti”, le dice un vecino a un reportero de televisión que recibe un cubazo en todo lo alto. Mana el agua de dos chorros y una larga tubería colocada en el centro de la plaza. Un grupo de jóvenes llegó en autobús desde Burguillos. Otros optaron por el coche. “El autobús no te deja entrar si vas mojado”, dice una de las chicas. Los más tranquilos, sin moverse mucho, se alejan un poco y se beben un tinto de verano.

Esto es una terapia de choque. Atrás quedan los problemas que sufrió Castilblanco de los Arroyos el pasado mes de febrero, cuando se prohibió el consumo de agua potable debido a la contaminación en el pantano de Los Molinos –que presentaba altas dosis de aluminio–. Esta tradicional fiesta local tuvo su origen, precisamente, tras la construcción de ese pantano en 1986.

Maremoto en tierra firme. “Está fresquita, echa sin miedo”, dice una mujer desafiante. El calor es el auténtico enemigo. La lucha encarnizada no trae víctimas ni damnificados, sólo gente chorreando de los pies a la cabeza, con una sonrisa de oreja a oreja. El temporal arrecia. Una bandada de niños corretea, grita y cruza la plaza de un lado a otro, un verdadero tsunami. Hay todo tipo de baños. El baño árabe: dos jóvenes se echan agua, juegan y se esconden detrás de un naranjo. O el baño romano: una señora mayor, sentada sobre el muro adoquinado, se echa ella solita un cubo sobre la cabeza. Esto es una ahogadilla al revés.

El escenario de la popular fiesta ha cambiado por completo. La plaza Amarilla fue completamente reconstruida desde los cimientos. Del color al que hacía gala este espacio, ya sólo conserva un tono ocre más oscuro en algunos muros. Menos amarilla y más plaza. No hay albero, todo el recinto está pavimentado y ha ganado amplitud. Si antes la fiesta pudiera recordar a un baño campero y saludable en una alberca, ahora pudiera asemejarse a una estresante terapia en un moderno spa. Pueblos que adoptan el aire urbano de la ciudad, lo llaman progreso.

Y no ha llovido, aunque parece que así fue. Justo una hora más tarde, termina la tormenta. Se cortó el grifo a las seis y media, el socorrista no apareció. Calma chicha y todos bien empapados. En tiempos de crisis, la diversión ha corrido a caudales. La próxima ducha que se den será en casa y con jabón. Después de la tempestad, no viene la calma, puede haber otra. La feria de Castilblanco de los Arroyos, tras un año sin celebrarse, comenzaba esta noche y durará hasta el domingo. Y habrá más. Una semana después, el día 13, el toro de fuego tomará la plaza Amarilla.

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