Como niños con zapatos nuevos. Los usuarios de Tussam que subían o bajaban ayer en la Plaza Ponce de León inauguraban junto con los conductores la nueva terminal de autobuses. En general, satisfacción, excepto algún que otro despistado que todavía anda refunfuñando.
Manuel Pérez podía protagonizar cualquier chiste de "agarrados": "¡Eso! Ahora nos bajan antes. Más suela de zapato gasto", clamaba a la concurrencia. Imposible descifrar si, en el fondo, estaba contento o no. Quien sí andaba feliz era Arturo, jubilado de 75 años, que lamentaba en tono de humor que tenía "una obra menos para ver": "Me alegro que poco a poco la nueva Sevilla vaya surgiendo, yo estoy encantado con todo, lo que espero es vivir unos añitos para poder disfrutarlo", decía.
Despejada de coches y también de algunos de sus vetustos árboles, la nueva Ponce de León renacía ayer en medio de los últimos coletazos. Con algunos operarios trabajando, con el asfalto recién echado y con las pantallas con las horas de llegada de los autobuses apagadas, la flamante terminal resistía el trasiego de sevillanos algo despistados pero contentos: "Hay que sacar el tráfico del centro", era la opinión más unánime, sorprendente comprobar cómo la peatonalización cala cada vez más.
De lo que no se libró la jornada inaugural fue de un río de personas enfilando Almirante Apodaca en busca de la Encarnación. Ni en Jueves Santo oiga. "Muchos no se han enterado de la lanzadera", aseguraba un vecino de Los Bermejales refiriéndose a la línea CC(Conexión Centro).
Eso sí, los bien informados -y no eran pocos- aplaudían a rabiar la novedad: "Cada cinco minutos viene un autobús desde la Plaza del Duque, hemos ganado en comodidad", creía Dolores, una jubilada de Valme, representante del colectivo más deseoso ayer de compartir su parecer sobre el tráfico.
ristra de prohibiciones. Bastante más perdidos que los peatones andaban los conductores. Los de Tussam formaban corrillos a la sombra y los de vehículos privados optaban por saltarse todas las prohibiciones existentes para conquistar la Plaza del Duque. Eso sí, en la esquina con Gerona, quienes decidían cumplir las señales se topaban con los autobuses en plena maniobra de giro hacia su parada.
Los cláxones ponían banda sonora al caluroso mediodía. "¡Tengamos paciencia, señores!", gritaba un espontáneo observador del entuerto. Por supuesto, jubilado.