Dos horas antes del partido en el Estadio Metropole de Lille estaban alineados cinco autobuses a las puertas del Hotel Mercure para salir juntos hacia el estadio. La noche era fría y lluviosa y antes del primer autocar, donde iban los jugadores, se posicionaban los clásicos Citroën de la policía francesa. Detrás, el autobús de la prensa y a continuación los de los seguidores. Había demora en la salida y pensamos que algún problema habría.
De pronto vemos llegar corriendo a Monchi, que sube a nuestro autobús y se dirige a mí diciéndome: "Dice el jefe de los gendarmes que hasta que no te presentes en su coche no sale la expedición". Me quedo perplejo, veo sonreír a Ramón y entiendo que no ha pasado nada grave. Con el ceremonioso uniforme que lleva la gendarmería y el clásico coche que hemos visto tantas veces en las películas, el jefe me dice: "Con que un alcalareño y vecino de barrio ni siquiera va a presentarse...". Desconocía esta circunstancia y me quedé más confundido aún. Resulta que el jefe de la Gendarmería del Norte de Francia con sede en Valenciennes era alcalareño de una calle junto a la mía, la del Barrio Obrero, y se llamaba Antonio Hernández. Su primo era vecino y veraneaba con él todos los años en Rota y como estábamos en vísperas de Navidad terminó diciéndome: "La semana que viene te invito a una cerveza en El Paraíso, junto a tu casa, y avise a Jacintín que voy para allá". Me quedé de piedra, y terminó así: "Que soy nieto de Luisa, La Sorda del Barrio Obrero".