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Un aplauso para el que llegó primero

El actor, que consiguió abrir Hollywood a lo español, ha sido distinguido esta semana como Hijo Predilecto de Andalucía.

el 03 mar 2013 / 18:51 h.

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La base de datos cinematográfica más importante del mundo, IMDB.com, arranca los apuntes biográficos de José Antonio Domínguez Banderas (1960) tirando de anecdotario: "Iba para futbolista hasta que, con 14 años, se rompió un pie y decidió ser actor". Aquel percance condicionó tanto su vida que, dicen las lenguas allegadas, ya lo baraja como lejano pero posible epitafio. Por el momento, Banderas ha sumado esta semana uno más a su generosa lista de galardones, la consideración de Hijo Predilecto de Andalucía, una distinción abiertamente merecida -el malagueño nunca ha escondido allende los mares su filiación sureña- aunque se podrá decir que una mijita política -conocida es su simpatía por el ala izquierda del Palacio de San Telmo-. Sin embargo, el pasado 28-F, la estrella se impuso a toda ideología con un encendido discurso que sacudió conciencias y despertó pasiones en medio del protocolario acto de la entrega de medallas en el Teatro de la Maestranza.

De Banderas se saben muchas cosas, y casi todas competen a su biografía. Sí, también es conocido que goza de una estrella de la fama en el Paseo de las Estrellas de Hollywood pero, le guste más o menos, aquí nos atreveremos a decir que su carrera de obstáculos para erigirse en grande de la pantalla resulta tan jugosa que muchos son los que saben más de ella que de sus películas propiamente. Siendo maliciosos tampoco es que títulos como Mi novio es un ladrón, El gato con botas o Spy-Kids 3D ayuden mucho a despertar la vena cinéfila.

Pero Banderas -cuyo muy resultón apellido es un filón comercial- es, cinematográficamente, mucho más. O eso o que está por encima de los críticos de gacetilla, esos que tanto disfrutan afilando la estilográfica ante las producciones -no precisamente de arte y ensayo- en las que tanto se prodiga el popular actor y realizador (El camino de los ingleses) andaluz.

Su biografía, decíamos. ¿Hará falta insistir en que es hijo de una maestra y de un policía, que le costó Dios y ayuda sobrevivir en Madrid con 19 años, que Pedro Almodóvar le echó el ojo y lo convocó al reparto de su Laberinto de pasiones (1984) y que años después iniciaría un perdurable idilio generosamente dosificado en las páginas de las revistas de papel couché con la también actriz Melanie Griffith? Apodado durante la década de los 90 como ‘el actor español más reconocido en Hollywood', hoy Javier Bardem se ha erigido en su más conspicuo competidor por un puesto que comparten sin tiranteces pese a que el último malo de James Skyfall Bond le está echando el guante presurosamente. Pero Banderas no se inmuta, él sabe que se tiene ganada a su gente de Málaga, que tiene don de palabra como para caer igual de bien en Sevilla que en Teruel y porque, a la postre, él llegó primero a USA.

Peinando los 53 años, el actor se sabe "en la mitad del partido" y asegura estar dispuesto a meter "unos cuantos goles más". Goles que pueden ser golazos si se tiene en cuenta que está enrolado en lo último de Almodóvar, Los amantes pasajeros. Que también rueda 33 días, donde da vida a Pablo Picasso a las órdenes de Carlos Saura y que se rumorea podría estar en el reparto de The 33, la cinta que se filmará en 2014 sobre el avatar de los 33 mineros que estuvieron atrapados durante 70 días en la chilena mina de San José. Por el camino, quien fuera El Zorro, sumará otro exploit a su colección de disfrutable carnaza de videoclub, Machete Kills está en posproducción, y la mano en el fuego ponemos porque, con esta, tampoco ganará un Oscar de la Academia.

Latino, seductor y misterioso. Tres cartelitos que Banderas asumió estoicamente y que ha explotado con fruición en filmes como Desperado o La máscara del zorro. Opinan algunos cinéfagos que, puestos a hacer papeles de malo, pocos hay como él para darles forma. Y aunque algo encontramos en el rastreo de su filmografía, esta mirada en perspectiva y a vuela pluma, es un compendio de obras diversas, grandes (Philadelphia, Baton Rouge, Oro negro), pintorescas (Los reyes del mambo tocan canciones de amor, Two much) y rematadamente malas (En la cama con Madonna). La lista es larga, parece como si Banderas no hubiera dejado de trabajar nunca y, aunque en época reciente ha levantado el pie del acelerador, llegó a enrolarse hasta en tres películas por año. Así pasa, que tiene una fan enamorada en cada puerto. La almodovariana militante (Mujeres al borde de un ataque de nervios, ¡Átame!), la treintañera con efluvios adolescentes (Entrevista con el vampiro) y la madura adicta al policiaco (The body).

En todos esos fotogramas se le ha visto acompañado y revuelto con las más guapas de Hollywood Boulevard, lo que ha agitado la batidora rosa poniendo a la buena de Melanie -una pizquita a su sombra fílmica- siempre en el disparadero. Por ahora perduran, lo que ya es decir dado el cachondeo que se trae Cupido con las estrellas de la pantalla. Banderas, ante las maledicencias, no se inmuta. Viene un poco como de vuelta. "Yo llegué primero" es su mantra. Y es verdad. Por eso, por abrir la puerta de lo español en el país de las barras y estrellas, bien merece el aplauso sincero.

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