Los cantaores que son discutidos en sus comienzos, con el tiempo acaban por ser incontestables y pasan a ser grandes clásicos en su arte. ¿Alguien discute hoy al Niño de Marchena o a Enrique Morente? Por supuesto, porque hay quien chanela de lo jondo y quien no se entera de nada. No ha habido artistas del cante flamenco más cuestionados que estos dos genios y, sin embargo, sus obras son ya referencias ineludible para miles de aficionados, salvo para aquellos que desde que sienten el primer torniscón del cante se adhieren a un sonido determinado y mueren adorando a ese sonido. No hace muchos días, con motivo del tan traído y llevado asunto del fin del mundo, alguien dijo en una red social que la hecatombe fue el 2 de julio de 1992. Ese día murió Camarón. Los mairenistas no entienden el marchenismo, y viceversa, en la misma medida que los caracoleros no comprenden a los camaroneros. Es la eterna disyuntiva de nuestra tierra: el Sevilla o el Betis, Curro Romero o Pepe Luis Vázquez, el Cachorro o el Gran Poder. Habrán escuchado alguna vez la anécdota ocurrida en Triana, cuando en una memorable faena de Juan Belmonte en Sevilla algunos apasionados incondicionales de El Pasmo le pidieron un paso vacío al párroco de Santa Ana para sacarlo en procesión por el arrabal. El presbítero se indignó, claro: “¡Abrase visto tamaño escarnio! Pedir un paso para sacar a Belmonte en procesión. ¡Si al menos fuera para sacar a Joselito el Gallo!”.
El cante flamenco no evoluciona desde el colectivo, sino desde determinadas individualidades, desde el talento y la rebeldía de los creadores, como nos ha venido demostrando la historia del género musical andaluz más universal. Mientras unos se limitan a copiar con mimetismo la herencia de los maestros, otros aportan músicas, letras, matices y nuevas estéticas. Cada época de la historia del cante jondo ha estado marcada por algunos artistas, gitanos unos y payos otros: El Fillo y Silverio, Chacón y Manuel Torre, Marchena y Caracol, Antonio Mairena y Juan Valderrama, Camarón y Morente, Lebrijano y Menese. La fusión del elemento gitano con el folclore autóctono andaluz fue determinante en la construcción de este arte, aunque todavía hay quienes al hablar de la paternidad de lo jondo niegan el pan y la sal a los gitanos, o al contrario.
El cantaor José Ángel Arcángel Ramos (Huelva, 1977), es a la vez un gran conservador y un innovador del flamenco, que ama la tradición del cante y siempre ha estado abierto a fletarse en aventuras musicales de su agrado que le han llevado a ser ya una referencia para la generación de cantaores posterior a la suya. Como le ocurría a uno de sus ídolos, Enrique Morente, pocas veces dice que no a una oferta, por arriesgada que sea. Adora el legado de los grandes maestros y, además, apuesta siempre por aportar cosas nuevas aprovechando unas condiciones para el cante que lo han convertido en una de las voces más adoradas de nuestro tiempo, especialmente entre los jóvenes. En general es muy bien tratado por la crítica flamenca de nuestro país, aunque tampoco ha podido librarse del Torquemada de turno.
Arcángel es hijo de nuestro tiempo, del teatro y la discografía, de la televisión y los trenes de alta velocidad, de internet y las autopistas, del libro electrónico y de la telefonía móvil. Físicamente parece más un cantante pop o un futbolista que un cantaor de flamenco. Gusta a las mujeres y a los hombres, le siguen las quinceañeras y también las maduritas. Estando una noche actuando en el Lope de Vega, escuché cómo lo piropeaba una señora metida en años: “¡Ese sí que sería un buen yerno, y no el panoli que tengo yo en mi casa!”. Más que como yerno y por cómo baboseaba la señora, parece que lo quería para ella.
Descendiente de alosneros, comenzó a cantar en las peñas flamencas onubenses siendo todavía un niño. Huelva no ha aportado tantas figuras del cante como Sevilla o Jerez, pero ha dado grandes voces. La Parrala, Pepe Rebollo, Antonio Rengel, Paco Isidro y Paco Toronjo son las figuras históricas. Arcángel es la nueva voz del cante de Huelva, el cantaor que ha inaugurado una etapa nueva en su tierra, de oro, abriendo el camino a otras como las de Rocío Márquez, Guillermo Cano, Jeromo Segura, Argentina o Jesús Corbacho. Pero Arcángel es la principal referencia, el nuevo astro de Huelva, desde que vino a la Bienal de Flamenco cantando en la compañía de Mario Maya, en su espectáculo De Cádiz a Cuba (1998). Cantó una guajira y acabó con el cuadro.
Sevilla lo adoptó aquella noche como a uno de sus hijos cantaores, se hizo arcangeliana y desde entonces lo tiene entre algodones. El jueves, día 20, el Arcángel del cante andaluz ofrecerá en la Catedral el Concierto de Navidad que organiza El Correo de Andalucía. Las campanas de la Giralda tendrán el día libre.