En una bella casa del taurino barrio sevillano del Arenal se encuentra el bar restaurante Horacio (c/ Antonia Díaz, 9), con una barra con ventana a la calle, muy útil en estos tiempos de prohibiciones tabaqueras, entramos en un pequeño oasis donde desde el primer minuto se respira el aire de amabilidad y buen servicio que impone, predicando con el ejemplo, Horacio Alonso. Al final de la sala, ventanal a la ajetreada cocina y una coqueta escalera de caracol que lleva a los salones superiores, donde se puede reservar para grupos y celebración de eventos.
Los días son de mucho movimiento para la casa, por ello, a las diez personas que habitualmente forman la plantilla de Horacio, se le unen algunos refuerzos, entre el personal de sala, algunos se defienden en idiomas, hay incluso quien chapurrea el japonés, ya que el local es lugar muy frecuentado por turistas. Sin solución de continuidad, a la aguada Semana Santa, le sigue la primera de abono, y mientras El Juli corta las orejas de su segundo, en Horacio, entre almuerzo y cena, se puede tomar uno un gin tonic de moda o una copa de un más sofisticado Armagnac servido de una impresionante botella de 4 litros; la estantería de la barra, de hecho, muestra etiquetas no usuales en otros locales, desde Calvados, cognac, hasta los mejores maltas de las frías Tierras Altas de Escocia.
Por las paredes no faltan los motivos taurinos, incluida una foto enmarcada de un par de banderillas en la Maestranza sobre la que un catedrático de matemáticas manuscribió las ecuaciones y gráfica para averiguar la "curva de persecución del toro en un par de banderillas", ¿es de arte o no es de arte? Estos días llegan a Horacio peñas taurinas de todas partes, desde la Rioja, hasta Suecia, Londres o Nueva York. Una pequeña vitrina muestra numerosos souvenirs regalados por clientes de todas partes del mundo. Óleos con vistas de Sevilla y originales cuadros de madera esculpidos por un imaginero completan la decoración, donde no faltan fotos dedicadas por las hermandades del barrio, La Carretería y El Baratillo.
En Horacio se puede tapear en la barra, con tapas a 2,30 euros, como la magnífica tortilla española con chorizo y los champiñones rellenos de queso, con un crujiente rebozado, y otras especiales algo más caras, como el clásico de la casa codillo de pato confitado al Oporto (3,30 euros) y la tostada de pan con sardinas marinadas con vinagreta de aguacate y tomate (3,00 euros). En primavera-verano se aligera la carta con tapas más apropiadas para el calor y sugerencias de productos de mercado. También se sirven raciones, entre 10 y 12 euros, como el salmón marinado con trigueros.
La carta del restaurante es de corte clásico, donde se nota alguna influencia francesa, como los restaurantes de toda la vida, lo cual tendrá que ver con la experiencia de Horacio en la hostelería de Suiza e Inglaterra, también pasó por Canarias y Mallorca, hasta que abrió su primer negocio propio de Matalascañas, en los setenta, hasta echar el ancla junto al viejo puerto sevillano.
También clásica es su carta de vinos, clasificados por zonas y uvas, donde aparece desde el andaluz blanco Marqués de la Sierra (11,00 euros), cavas como el Juvé y Camps Reserva de Familia (23,00 euros) y los tintos, con claro protagonismo de Rioja, Muga Reserva (25,00 euros), Beronia crianza (14,00 euros), Lan (16,00 euros) y Ribera de Duero, Emilio Moro (26,00 euros), Protos crianza (24,00 euros).
Eso sí, en la barra unas cubiteras con hielo mantienen los catavinos bien fríos para disfrutar de un Tío Pepe.