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Un avión de Granada se desvía a Sevilla y aterriza de emergencia

Tras el despegue el piloto detectó una avería en el tren de aterrizaje, lo que obligó a montar un dispositivo de seguridad que implicó el cierre de la A-4.

el 22 ago 2010 / 10:01 h.

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En torno a las nueve y media de la mañana se activó la alerta en el aeropuerto de San Pablo. Un avión de la compañía Vueling con destino a Barcelona llegaba de Granada con una avería en el tren de aterrizaje. Las unidades de Bomberos, Guardia Civil y Emergencias Sanitarias invadieron el aeropuerto e incluso llegaron a cortar la autovía a A-4 para habilitarla como zona de aterrizaje en caso de que fuera necesario. No hizo falta. Los 140 pasajeros descendieron del avión sin problemas en torno a las diez y cuarto de la mañana dispuestos a afrontar la segunda parte de su larga jornada: encontrar una conexión con sus lugares de destino y con otros vuelos.

Todo empezó instantes después del despegue del vuelo VLG2317 procedente de Granada y con destino Barcelona previsto para las nueve de la mañana. En ese momento, según explicaron fuentes de Vueling, el piloto detectó una avería en una válvula del sistema hidráulico que bloqueaba las ruedas del tren de aterrizaje. Los pasajeros tuvieron conocimiento instantes después. “Nos avisaron de que había una avería y que no sabían aún si sería posible volver a aterrizar en Granada”, explicaba Devi, una de las ocupantes del avión instantes después del aterrizaje. Tras un rato sobrevolando Granada, el comandante anunció el cambio de rumbo: el aeropuerto de San Pablo de Sevilla. A las 9.36 se pidió permiso, se informó de la situación y se activó el dispositivo del aeropuerto para aterrizajes de emergencia. Entre estas medidas se incluyó el cierre de un tramo de la autovía A-4. Fuentes de Vueling apuntaron que en San Pablo había una mayor capacidad técnica para resolver el aterrizaje.

A las diez y cuarto, entre los aplausos de los pasajeros, el piloto logró tomar tierra. Los ocupantes del avión detectaron entonces el despliegue: bomberos, ambulancias, policía... “Cuando lo vimos nos asustamos, pero bueno, en ese momento ya estábamos en tierra”, recuerda Javier Gutiérrez. Tanto él como otros pasajeros consultados coinciden en subrayar la calma con la que se vivió la situación: “Nos informaron, pero se encajó con calma”.

Al llegar el avión, una grúa se trasladó a la pista de aterrizaje para remolcarlo. El fallo del sistema hidráulico permitía aterrizar y no invalidaba el tren de aterrizaje, pero sí bloqueaba el giro de las ruedas, de ahí que el avión se tuviera que parar en medio de la pista para ser trasladado luego. Los bomberos acudieron entonces a refrescar el avión mientras que se estudiaba el fallo de la válvula del sistema hidráulico y sus posibles soluciones.

Entre las diez y media y las once menos veinte de la mañana, el aeropuerto empezó a recobrar la normalidad. Todo el dispositivo activado por la llamada de alerta se fue retirando tras lograrse el aterrizaje sin que se produjeran daños de ningún tipo. También la autovía volvió a la normalidad en sólo unos minutos. El despliegue se activó y se desactivó con tal velocidad que, según apuntaron fuentes de Aena, no se produjeron desvíos en otros vuelos, ni en las salidas ni en los aterrizajes. Así lo corroboraban las pantallas de San Pablo sólo media hora después del aterrizaje: prácticamente todos los vuelos iban sin retraso.

Más complicado les fue recobrar la normalidad a los casi 140 pasajeros del vuelo. De las oficinas de Aena se les desvió a las de Vueling. Unos volvían de vacaciones, otros las iniciaban y para otros el traslado a Barcelona era sólo una primera fase de un largo viaje con enlaces con otros vuelos. Vueling dio tres opciones a los pasajeros que se fueron agotando poco a poco. Por un lado, ocupar alguno de los sitios de los dos vuelos previstos con destino a Barcelona durante la jornada –una posibilidad para la que tuvieron prioridad las personas mayores y las familias con niños–. Por otro, un traslado en autobús a Málaga para tomar desde allí el vuelo. La tercera opción, la devolución del dinero o un cambio de día en el viaje, no fue escogida por ningún pasajero.

Un buen susto. Devi le iba invadiendo el miedo conforme avanzaba la mañana, conforme recordaba en la cola de la oficina de Vueling lo ocurrido en su vuelo. Habían pasado casi veinte minutos desde su llegada a San Pablo, y seguía desconcertada. No entendía por qué había estado “una hora dando vueltas” para aterrizar después de que se hubiera detectado un fallo. “Nos lo dijeron nada más despegar. Nos advirtieron de que había un fallo y que habría que volver. Pero desde entonces hasta que llegamos pasó más de una hora”, explica Devi, quien comparte con muchos otros viajeros una versión de la avería distinta a la aportada por Vueling: “Nos avisaron de un fallo en las alas, y de que no podíamos llegar así”. Como otros pasajeros, encajó con relativa tranquilidad la hora que había estado en el aire con la avería. Los problemas posteriores para llegar a Barcelona eran otra cosa: “Esto lo están resolviendo muy mal”.

Por su parte, Edson Daniel y Javier Gutiérrez tenían ventaja sobre el resto de pasajeros: no era la primera vez que les ocurría. Hasta en dos ocasiones habían visto cómo sus aviones interrumpían su trayecto para volver al punto de partida o cambiar de rumbo tras detectar una avería. Instantes después de aterrizar compartían esa experiencia con otros pasajeros y recordaban cómo había ocurrido todo: “Escuchamos un ruido muy fuerte nada más salir. Era en el ala [versión opuesta a la aportada por Vueling, que señala al tren de aterrizaje]. Inmediatamente después el capitán nos contó que había una avería y que tendríamos que aterrizar. La verdad es que la gente estuvo muy tranquila en todo momento”. Quizá fueron esos nervios acumulados los que provocaron una expresiva reacción al llegar: “Todos nos pusimos a aplaudir. La tensión normal”. Sus problemas continuaron luego. Debían llegar a las seis a Barcelona a coger otro vuelo y apenas les daban opciones. 

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