Ni los romanos descubrieron al niño Jesús ni la amenaza de lluvia pudo con el belén viviente de Alcalá del Río. Sucedió en Belén se afianzó como una de las citas señaladas del calendario navideño de la provincia tras batir su récord con más de 5.000 visitas.
La lluvia amenazante no supuso una merma en las ganas de disfrutar de un espectáculo que se hace corto. Cuanto más a gusto se esté, más deprisa pasa el tiempo. Eso pasó con los más de 40 minutos de paseo por el casco histórico ilipense. Es más, el sábado empezó a llover, y la gente seguía entrando con su paraguas.
Decorados imposibles que camuflan casas del siglo XX, ayudados por empedrados de las calles al estilo de antaño, dotan al espectáculo de extrema verosimilitud. Así, los visitantes sentían la pena de un joven matrimonio que no tenía dónde alojarse. Por cierto, espectacular la breve pero creíble interpretación del posadero sobre el que se clavaban las miradas tras negar el asilo a una pobre chica encinta.
También se hizo palpable la alegría de la visita de María a su prima Isabel, donde dos jóvenes explotan en júbilo y ponen los vellos de punta, no sólo por ellas, que están fantásticas, sino porque a la derecha se podía ver el soberbio Guadalquivir adornado con la presa de Alcalá, joya de la arquitectura del siglo pasado.
En el recorrido destacaban las niñas jugando al tres en raya con piedras -dicen los mayores que antes se llamaba escarramá- o los carpinteros que arrancaban más de una sonrisa aludiendo a los pocos días que trabajaban al año (tan sólo los que dura el belén).
El broche final lo ponen dos protagonistas. Primero, el niño que encarna a Jesús cuando es presentado a los Reyes y que no duda en sonreír cuando es elevado como si fuera consciente de lo que está pasando. El segundo, la torre mudéjar de Alcalá, testigo de tantas cosas. ¿Harían algo parecido siglos atrás en el mismo lugar donde se hace ahora?
