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Un brindis por la salud

Facilita la digestión, previene las intoxicaciones alimentarias, eleva el colesterol bueno y mejora el estado de ánimo. Según los cardiólogos, las evidencias positivas del consumo moderado de vino son abrumadoras.

el 14 sep 2009 / 20:45 h.

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Facilita la digestión, previene las intoxicaciones alimentarias, eleva el colesterol bueno y mejora el estado de ánimo. Según los cardiólogos, las evidencias positivas del consumo moderado de vino son abrumadoras. Los que traducido a la cultura popular significa: el que gasta en vino, ahorra en medicinas.

Así lo describe el refranero español y he aquí un caso práctico. Por regla general, los franceses poseen altos niveles de colesterol derivados de su gusto por la mantequilla, la nata y los quesos. Sin embargo, las estadísticas revelan una baja mortalidad por problemas de corazón.

De ahí que los científicos acuñaran esta situación como la paradoja francesa y decidieran estudiar el asunto. En el año 1992 se descubrió la clave: los franceses siempre acompañan las comidas con una copa de vino tinto. "Este hecho ha demostrado bajar entre un 20 y un 40% los eventos cardiovasculares", esgrimió el cardiólogo Emilio Molina de Porras durante una conferencia organizada en el Hospital Virgen Macarena, con motivo del Día Mundial del Corazón.

Según explicó, beber una copa de vino al día, o a lo sumo dos, regala multitud de beneficios digestivos. Entre ellos, estimula el apetito, facilita las digestiones pesadas (sobre todo, de carnes rojas), aporta fibra hidrosoluble, y evita las intoxicaciones alimentarias tipo salmonelosis. "Durante años se ha recomendado su consumo en el Ejército, las grandes celebraciones y en los viajes a países exóticos donde puedan surgir gastroenteritis".

Asimismo, el vino ha probado sus efectos metabólicos: eleva el llamado colesterol bueno (HDL) mientras baja el colesterol malo (LDL). Además, eleva la sensibilidad a la insulina. "Por ello se aconseja a los diabéticos que acompañen sus comidas con una copita", continuó el cardiólogo.

Otra de sus bondades radica en su capacidad para captar los radicales libres (productos orgánicos tóxicos para las células) y evitar la formación de trombos.

Ya en el plano neurológico, "tiene una cara de doctor Jekyll y otra de míster Hyde". "Entre 0,2 y 0,8 gramos estimula los sentidos, provoca cierta sensación de euforia y hace que el individuo se muestre contento, deshibinido. Pero cuando se supera el gramo por litro de sangre resulta perjudicial: provoca trastornos de conducta, psicomotores y algunos efectos anestésicos que pueden desembocar en el coma etílico", advierte Molina de Porras.

la piel de las uvas. Los científicos pensaron en un principio que todos estos beneficios tenían que proceder de los componentes no alcohólicos del vino. De ahí que las investigaciones se centraran en los taninos, que son una serie de sustancias naturales, astringentes y amargas, que proceden de la maceración de los hollejos y de la crianza en madera. Ya en 1995 se comprobó que la protección cardiovascular del vino se debe a "unas sustancias incluidas en la piel de las uvas, llamadas flavoniodes y polifenoles, que afortunadamente también se encuentran en algunas frutas y vegetales", precisa el doctor Víctor López García-Aranda, cardiólogo del Hospital Virgen Macarena. Entre estos alimentos se encuentran las fresas, arándanos, frambuesas, las uvas rojas, el té verde, las habichuelas, la cebolla, la manzana, y las nueces.

"Con lo que hay que tener cuidado es con saber beber, porque es un arte cardiosaludable. Y si le sumamos la dieta mediterránea y el ejercicio, sobrarían la mitad de las farmacias españolas", concluyó Molina de Porras.

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