Cultura

Un cabaret con tintes espectaculares

Teatro Lope de Vega, del 1 al 12 de junio. Música: John Kander y Bob Fosse. Libreto, letras y canciones: Fred Ebb y Bob Fosse. Intérpretes: Manuel Rodríguez, Marta Ribera, María Blanco, Adan Aguilar, Jacques Vidal, Fedor de Pablos, Silvia Álvarez, Linda MIrabal...

el 02 jun 2011 / 06:31 h.

El musical Chicago llega a Sevilla después de 30 años de éxitos.
-->--> -->Brillos, carnalidad, ironía y denuncia social, son los pilares sobre los que se construye este conocido espectáculo que, más que un musical al uso, puede ser definido como un cabaret con tintes espectaculares .


La historia, que parte de un hecho real, se ceba en la denuncia de la manipulación de los medios de comunicación, así como en la pérdida de valores y la falta de escrúpulos de la sociedad americana, donde el fin justifica los medios cuando se trata de alcanzar dinero y fama. Se trata de una crítica mordaz cargada de cinismo que no duda en poner en jaque al mismísimo sistema judicial americano lo que, sin duda, le otorga una rabiosa actualidad, aunque debió resultar escandaloso en el momento de su estreno. Quizás por eso este musical, que ahora viene avalado por el rotundo éxito de más de treinta años en cartel, tuvo una fría acogida en su estreno. Aunque también es posible que su fracaso inicial se debiera a su corte intimista, un formato que se aleja de la espectacularidad propia del género del musical.  Aquí la clave espectacular se centra en la carga de sensualidad de la coreografía y la magnifica banda sonora, una composición de jazz sinfónico tan espléndida y pegadiza que ha conseguido que algunos de sus temas se hayan convertido en clásicos capaces de suscitar con facilidad el placer del reconocimiento.


La elección del cabaret permite que el libreto y las canciones alcancen un carácter tan canalla como picante que se redondea con las piezas de baile, sobre todo las corales, concebidas por sus creadores para desplegar todo un universo de carnalidad y colmar el escenario de imágenes sugerentes y provocadoras. En ese sentido cabe destacar el número de las seis asesinas, rebosante de sensualidad y fuerza escénica. Lástima que, a lo largo de la obra, la carga sensual se vaya perdiendo en favor de una teatralidad que se decanta más por el vodevil y la comedia.


Y es que, a pesar de que la puesta en escena recalca la atmósfera caliente y provocadora de un cabaret de los años veinte, y a pesar también de que, como cualquier musical al uso, la historia se cuente sobre todo a través de las canciones, lo cierto es que adolece de un cierto exceso de teatralidad que, al tratarse de un montaje que respeta al máximo el original, acusa el paso del tiempo. En ese sentido se echa de menos que no se haya llevado a cabo una revisión de algunos de algunos efectos y recursos escénicos que resultan un tanto anacrónicos. No obstante, tanto el vestuario como la iluminación, sobre todo en la segunda parte, refuerzan de forma eficaz el ambiente del cabaret, brillante y opresivo a un tiempo.


El ritmo escénico es fluido, sobre todo en la segunda parte, en la que los números de baile y las canciones se mezclan con los momentos más teatrales, como la escena del juicio en la que la parodia alcanza su máximo nivel de paroxismo con una interpretación gestual colmada de desparpajo que arranca con la facilidad la risa del público cuya respuesta general, por cierto, no fue demasiado calurosa. No obstante cabe destacar el dominio de las claves teatrales de las protagonistas, María Blanco y Marta Ribera. Ambas llenan el escenario con una magnífica interpretación de las canciones en directo y, además, perfilan bien  sus personajes y demuestran dominio escénico en cuanto al manejo de los tiempos y los silencios. Lástima que no impriman a su baile la carga de sensualidad que la obra demanda y que, en ocasiones, resulten un tanto sobre actuadas.


Y lástima también que la escena final resultara un tanto fría y el público no acabara de volcarse aún cuando la interpretación de la música en directo alcanzara momentos sublimes.


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