Si de algo se podría calificar a la trayectoria de Gore Verbinski es de poco usual. Tras arrancar su carrera con la divertida y alocada comedia infantil Un ratoncito duro de roer, el realizador firmaría la estupenda The Mexican, una comedia romántica algo incomprendida que contaba con unos magníficos Brad Pitt y Julia Roberts. A continuación, y cambiando completamente de tercio, adaptaría a los gustos americanos la aterradora La señal, consiguiendo un filme a la altura del original nipón. Y todo ello antes de que su carrera diera un vuelco al aceptar hacerse cargo del rodaje de una de las trilogías más taquilleras de la historia, la de Piratas del Caribe.
Ahora con Rango, Verbinski se mete en el cine de animación con la historia de un camaleón que ha vivido siempre en la comodidad de un terrario pensando que es un héroe. Pero un buen día su confortable vida en el suroeste americano contemporáneo se acaba y termina en un pueblo del viejo Oeste llamado Suciedad, poblado por criaturas del desierto que se visten como si hubieran salido de un western. Como siempre se ha considerado un héroe, Rango se nombra sheriff de la ciudad, recorriendo las calles como un auténtico defensor de la ley. Pero lo que él no sabe es que el papel de “el bueno” no es muy bien recibido en Suciedad, cuyo cementerio está plagado de bienintencionados que querían hacer justicia. Pero eso no impedirá que Rango ceje en su empeño, buscando constantemente adaptarse al hostil entorno que lo rodea y tratando de vencer al mismo tiempo una fuerte crisis existencial que terminará provocando que se cuestione todo aquello que ha sido su vida.
