Cofradías

Un camino para evangelizar

Sevilla-El Salvador se puso en marcha ayer con la misión de “recuperar el coraje para dar testimonio de fe”. Fue la encomienda que dio Asenjo en la misa, a la que siguió una despedida multitudinaria.

el 16 may 2013 / 22:15 h.

Fotogalerías: Salida de Sevilla del Salvador / La Castrense / Pilas / Sanlúcar la Mayor   La hermandad de Sevilla salió esta mañana hacia el Rocío. J.M. Espino (Atese) La hermandad de Sevilla salió esta mañana hacia el Rocío. J.M. Espino (Atese) Ya lo dijo Juan Pablo II:“Que todo el mundo sea rociero”. Y en la plaza del Salvador añaden: “De Sevilla siempre”. La hermandad de Sevilla partió ayer al Rocío con la misión de recorrer un camino “que lleva a la evangelización” y en el que “recuperar el coraje para dar testimonio de fe en una sociedad secularizada”. Fue la consigna que dio el arzobispo Juan José Asenjo a los más de dos mil peregrinos que partieron con el Simpecado verde. Durante la misa de romeros en la iglesia del Salvador que por primera vez ofició y cuya homilía contó con el amago de aplauso de uno de los asistentes (rápidamente reprendido con un gesto por el propio arzobispo), Asenjo reconoció “la hondura” de estos rocieros a los que “la alegría de sus rostros” y “el calor de sus corazones” evidenciaban a primera hora de la mañana que estaban a punto de hacer realidad “un sueño acariciado durante muchos meses”. Y, ¿qué sueño? Qué se lo digan a May Rodríguez (diputada de Caridad) y a Maica Romero (diputada de Juventud), las dos primeras mujeres que ostentan cargo en la junta de gobierno. “Llevo 26 años haciendo el camino, y espero que éste sea uno más, pese a que yo sea una oficial de junta. Estoy tranquila, pero también nerviosa. Hemos trabajado todo el año, ahora toca disfrutar”, reconoce May mientras fija su mirada en el altar mayor de la iglesia colegial de la que va descendiendo el Simpecado de manos del prioste tras terminar la celebración religiosa. Fuera, en la plaza, este año no hay carriolas. Tampoco asoman por la Cuesta del Rosario. Lo que sí está es la carreta de plata, que ha quedado engullida por la masa de gente que atesta toda la explanada. Hay tanta gente que apenas se divisa el lomo de los bueyes desde la escalinata. Manuel y su hijo, ambos de Benacazón, reciben la salida del Simpecado con la interpretación del clásico Romerito, a la que pronto se suman los acordes militares de la Banda de Música de la Fuerza Terrestre. Es cuando a May se le empaña el rostro al ver cómo queda encajado en ese joyel argénteo de Villarreal. “¡Qué tengamos buen camino!”, se persigna mientras se deleita con el cuidado exorno de la carreta, a base de buganvillas, margaritas, tulipanes, lirios y romero. Precisamente, la buganvilla trae recuerdos de 12 de septiembre para la hermandad del Rocío del Viso del Alcor, que, al igual que la asociación de Antequera, va con Sevilla. “Anoche [miércoles] llegamos al campo de la Feria. Esta mañana nos hemos levantado temprano para acudir a misa. Somos todos una hermandad”, dice Carmen, una joven visueña. La aglomeración de público dificulta los primeros pasos por Entre Cárceles. Aun a pie, en la presidencia, va el hermano mayor, Ricardo Laguillo, que agradece “el cariño” de todos y tiene un recuerdo con los que no están: “La carreta lleva un crespón negro por Gabriel Rojas, hermano honorario, y por los demás hermanos fallecidos”. Hecha la aclaración, llega el momento de pasar ante el Ayuntamiento. El vallado del andén dispersa la comitiva y resta vistosidad al saludo. Al corralito habilitado sólo acceden junta de gobierno, representaciones, coro de la hermandad y carreta de plata. La mayoría queda tras la valla, siguiendo desde la distancia cómo el alcalde se encarama a una rueda para depositar un ramo de flores. Pese a todo, hay quien echa mano del humor para tener buen sitio. Así, un grupo de enfermeras jubiladas de Barcelona defienden su sitio alegando que están dispuestas a prestar servicios de emergencia: “Podemos dar primeros auxilios”, bromean mientras preguntan “dónde queda El Viso”. Suerte que no falta quien les responde con agrado, como Cristina, una peregrina que recuerda su estreno: “El primer año no conocía a nadie. Pero ahora no sólo me he hecho hermana, sino que también lo es toda mi reunión. Sevilla es muy hospitalaria”, apunta mientras se alegra al ver a las coloridas carriolas abrazando la fuente de la plaza Virgen de los Reyes. Desde ahí se suman al cortejo, que, a las once de la mañana, busca Los Remedios. Fusilero y Señorito, los astados que tiran del Simpecado, ya han pasado “lo peor”, las bullas y el adoquín. Ahora llega la calma, pues “por las arenas van solos”, dice Manuel, que se estrena en esta yunta: “¡Quién me lo iba a decir que iba a estar a los pies de la Giralda con el Simpecado de Sevilla!” Todo es posible cuando esta hermandad derrama su alegría por el Centro.

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