Rafa está en el pedestal el tiempo necesario para morder cada nuevo trofeo, donde se le advierte incómodo por una introversión contrapuesta a la personalidad explosiva que expande en la pista. No olvida que la gloria que recoge es a costa de la derrota de su rival y evita la ostentación. La austeridad con que celebró su histórico triunfo en Australia, donde nunca había ganado un español, sobrecogió más que las lágrimas de Federer, una demostración excelsa de ese saber estar que le han inculcado sus padres, Sebastián y Ana María, y su tío Toni, su entrenador desde niño, el hombre que ha marcado su vida deportiva. Fue quien lo dirigió hacia la raqueta cuando apuntaba a un futuro prometedor en el fútbol, aunque cierto entrenador del Olimpic de Manacor también colaboró. Con 12 años, siendo campeón de España y de Europa, aún compatibilizaba ambos deportes pero desechó el balón porque lo sentaban en el banquillo. Al técnico no le hacía gracia que se despistara con la raqueta. El tenis se lo agradecerá siempre. Y eso que en una temporada anotó cerca de cien goles.
Toni Nadal también fue quien decidió que jugase con la mano izquierda, aunque es diestro para todo lo demás. Al principio golpeaba a dos manos tanto el revés como el drive, pero observó que tenía más fuerza en el brazo izquierdo. Nunca se ha ido de Manacor, su pueblo, donde encontró a su novia Xisca, amiga de su hermana Isabel, donde aprovecha sus escasos días de ocio con sus amigos de siempre entregado a la caña de pescar o a los palos de golf, empeñado en mejorar su hándicap 9.7.
Con 14 años pasaba ya en la pista más de cinco horas diarias, festivos y domingos incluidos, además de no descuidar sus estudios. Disciplina, esfuerzo y constancia, le repetía su tío. En el primer verano de la categoría júnior, sus padres no le permitieron competir en Roland Garros porque tenía exámenes. En los dos años siguientes tampoco pudo participar por lesiones. La primera vez que jugó el Grand Slam de tierra, en 2005, levantó la Copa de los Mosqueteros, como en los tres años siguientes, algo que nadie ha conseguido en la historia.
Sólo es uno en su interminable lista de récords, en un palmarés con 6 Grand Slams y 33 títulos individuales. En Sevilla se convirtió en el más joven campeón de la Copa Davis con 18 años. Tres años antes, con 15, había pasado la primera ronda del Challenger del Tenis Betis meses después de convertirse en uno de los 9 jugadores de la historia en ganar a esa edad un partido del circuito ATP. Dice que ama la competición por encima de todas las cosas, por lo que entraña de reto, de mejora. De niño se quedaba en las gradas después de cada partido observando a su siguiente rival, no en vano define el triunfo como "hacer las cosas bien", es decir, prioriza el camino incluso a la meta. La suya es ser mucho más que el número uno del tenis, mucho más que el mejor tenista de la historia, más que el mejor deportista español de todos los tiempos: quiere ser una persona normal, un hombre de bien, a pesar de conseguir todo eso.