La temporada de carreras en el Hipódromo de Dos Hermanas empezó el pasado fin de semana, pero la vida bulle en estas instalaciones todo el año. El veterinario Alfredo Luzardo ya definió el hipódromo como "una residencia para caballos" que pasan allí varios meses. Es un centro de alto rendimiento (CAR) para los caballos y no sólo para los de carreras, porque también llegan hasta de otros países, como Argentina o el Reino Unido, lugares donde el polo tiene mucho arraigo y los animales se entrenan aquí.
En la temporada 2008/2009 se matricularon 357 caballos de 188 cuadras, de los cuales participaron en las carreras 302 de 171 yeguadas. Hubo 61 entrenadores de los cuales acabaron compitiendo 58. El recinto, de 155 hectáreas dispone de unos 300 boxes para los caballos.
Los que tienen tomado el hipódromo como centro permanente de entrenamiento saben mejor que nadie cómo es un día dentro de las instalaciones. Su trabajo empieza sobre las 7 de la mañana, momento en que el caballo tiene que dar su paseo matutino, como cuenta el argentino Ignacio Díaz: "Yo me levanto todos los días a las 5.30, me preparo y le doy al caballo su vuelta de cada mañana, luego se le lava, más o menos dependiendo de la época del año: ahora que hace frío sólo las patas, pero en verano se le ducha entero".
La preparación de estos animales no es muy diferente a la de un deportista de élite: se les pesa, se miden las vueltas que hacen, se contabilizan las carreras que tiene durante el año y hasta se les controla la alimentación. "Lo normal es que por las mañanas coman un pienso no muy alto en calorías, mezclado a lo mejor con avena, y ya por la tarde se les pone otra comida con alto contenido en fibras", apunta José Salguero, otro de los entrenadores habituales. "Cuando no compiten se les pone una dieta de mantenimiento, aunque siempre están controlados... a veces comen avena con zanahorias", agrega.
Todos coinciden, y temen, que lo peor que puede pasar es que un caballo se lastime los tendones, que para más inri es la lesión más común en las carreras de equitación, ya que "el animal no vuelve a ser el mismo". Se dan dado casos de caballos que se recuperan a los tres o cuatro meses, pero lo normal es que se queden ya para sementales. Un infortunio para el gran empresario de este negocio y una auténtica desgracia para el propietario más modesto.
De mayor devoción al caballo es la vida de Alejandro Romero, un jockey de 19 años que vive en Sanlúcar de Barrameda que se levanta todos los días antes de las 5 de la mañana para llegar a Dos Hermanas a entrenar. Estos días se ha centrado en tratar de acostumbrar al animal que va a montar a entrar en los cajones de salida en los que esperan el pistoletazo.