Hermandad de Mairena del Alcor. / José Luis Montero El camino ha sido intenso. Lo dicen los ojos de los peregrinos que llegan enharinados de fervor y con la emoción de sentirse cerca de Ella. Sobre todo, tras bregar con los bancos de arenas de la Raya y algunas jornadas de calor. Tanto sacrificio y entrega encuentran su merecida recompensa al atisbar el ansiado puente del Ajolí. Sus aguas se han visto mermadas después de una larga temporada sin lluvias. Tanto que no hay ni una pequeña correntía que atravesar. «Cuidado no se vayan a empachar los caballos», bromeaban los jinetes a su paso. Pero no importa. Las crecidas de devoción son continuas. Más aún cuando desde primeras horas de la mañana de ayer fue recibiendo cientos de romeros, en su mayoría procedentes de filiales sevillanas que ya están en la aldea. Una de ellas es Albaida del Aljarafe, cuyo pueblo trae por primera vez su Simpecado al Rocío después de haber sido reconocida como miembro de pleno derecho de la gran familia marismeña. «Cruzar el Ajolí es como pasar de la tierra al cielo, donde nos espera nuestra Señora», reconocía Lucas García, presidente de la filial 114 nada más llegar al repecho que lleva a las tablas de la ilusión. Hermandad de Mairena del Alcor. / José Luis Montero Sus palabras se convierten en una premonición. Omejor dicho, en el mejor resumen de lo que se vivirá en breve. «Es mucha la emoción y las lágrimas que tenemos al disfrutar al fin en este punto de la presencia de nuestra carreta», una obra del taller de Villarreal que muestra sus primeras líneas e incorpora una miniatura de Santa Ángela de la Cruz en su frontal. Lucas y otros tantos vecinos de Albaida recordaron a quienes deben todo esto: «No podemos olvidar a los que nos han hecho rocieros, algunos nos estarán viendo desde allá arriba». Otros, los llamados hermanos fundadores, también saboreaban los rezos y, cómo no, a las sevillanas que anunciaban este último tramo del camino. El mediodía tiene nombre propio en el Ajolí, en el término municipal de Hinojos. Es el cajón de Umbrete y su millar de peregrinos que vienen con andares de júbilo. No les faltan motivos. Su fervor y dedicación a la Reina de las Marismas cumple dos siglos de historia. El momento resultaba «apoteósico», con el sol como testigo y las miradas clavadas en la imagen de la Blanca Paloma que tallara Eslava. Al obligado rezo del Ángelus por la hora del cruce, le siguieron vivas encendidos. «Esto no se puede explicar. Hay que vivir el Rocío para entender lo que se siente en cada paso, cada parada, cada arrebato de vítores y también en los momentos de recogimiento y reflexión que regala estar tan cerca de Ella», confesaba una de las romeras de la barra de promesa mientras preguntaba por la gente de uno de los carros que se había quedado atrás. Y es que en El Rocío, «todos somos familia», aseveró. Prosigue el oleaje de devotos por el puente y de carros por un arroyo regado por las lágrimas de los que buscaban el final, o el principio depende de cómo se mire. El hermano mayor de Umbrete, Agustín Pérez, pasaba lentamente por el puente que cambia el semblante de todos:«Puede que al cruzar el Ajolí hay quien piense que termina el camino, sí, pues se vive ya otra clase de Rocío. Ahora empieza el camino que va derecho a Ella. Es el más emotivo, el más vivo, el más entrañable...», insistía totalmente convencido. Los primeros pasos de Umbrete por los blancos arenales de la aldea se acompasaron con las sevillanas de la Peña Flor de Romero en la calle Sacrificio. «Lo hacemos todos los años, pero en esta ocasión ha sido más especial al estrenar una letra sobre los 200 años de historia rociera en este pueblo del Aljarafe», resumía uno de los componentes. No llevan tantos años pero presentan una ilusión desbordante en Huévar del Aljarafe. Bien lo sabe Isaías Rosado, hermano mayor, que ansía llegar a la casa de hermandad en la aldea. El Simpecado al que cantaban en el Ajolí entrará en una capilla «totalmente reformada» gracias al empeño de este rociero y a la colaboración de numerosos devotos y vecinos de Huévar. Pero antes de que eso ocurriera, se disfrutaba de cada tabla que se pisa en «esta antesala» del Rocío:«Es muy emocionante porque es como llegar a la meta, al punto con el que tanto se sueña durante todo el año». Por eso está también allí su hijo Francisco Isaías. Desde lo alto del caballo, el joven inmortalizaba todo lo vivido, grabándolo a fuego en el legado de sus 22 años de camino. La tarde traía nuevas crecidas a este lado de la orilla. Coria, Dos Hermanas, la Macarena, Carmona, Carrión de los Céspedes y un Gines exultante para un caudal de fe inagotable.