Cofradías

Un caudal de recuerdos costaleros

La salida del Cristo de las Aguas estuvo dedicada a un costalero fallecido recientemente y al maestro Rafael Ariza.

el 18 abr 2011 / 19:16 h.

El Cristo de las Aguas, de Antonio Illanes, en un momento de su recorrido ayer, por la calle Rioja.

La única agua que hubo en Dos de Mayo iba sobre el paso y brotaba del costado del crucificado de Illanes. Sí. A las seis y media de la tarde el día retomaba su ritmo y empezaba a reinar la tranquilidad. El cielo se despejaba, dejando paso a un tímido sol con algunas gotas en la calle Temprado. La misma calle por la que discurría un río de capirotes morados que nacía en las Atarazanas y desembocaba en el atrio de la capilla del Rosario. Allí estaban un grupo de hermanos de avanzada edad y otro de ancianos del Hospital de la Santa Caridad para contemplar de cerca la salida de la cofradía de Las Aguas.

"Yo sabía que no iba a llover. Soy la tonta del tiempo. Veo todos los partes y hay dos potentes anticiclones que no dejan entrar a la borrasca. También lo dijo ese físico de EEUU, como se llama... ay... Antonio Delgado", explicaba con todo lujo de detalles una de las señoras que había sentada en este palco de honor. A las 18.45 horas, con puntualidad británica, se abrían las puertas de la capilla. La banda del Sol, que iba con el Cristo, saludaba a la Cruz de Guía con la interpretación de la Marcha Real. En el atrio, las cámaras de Giralda TV centraban la atención sobre el exorno floral del misterio. Nuevamente singular: rosas, orquídeas y tulipanes en tonalidades rojas.

Se reza debajo del paso y Rafael Carrión pronuncia un discurso muy emotivo en la primera llamá: "Esta salida va por Francisco [un costalero que falleció este verano en un accidente de moto] que se nos fue demasiado rápido y se juntó en el cielo con Juan Carlos [costalero fallecido tras cruzar el Arco del Postigo]. Dios ha juntado en el cielo a gente muy buena, Rafael Ariza, Carmelo Franco... allí hay una cuadrilla bastante buena, que hoy está asomada al balcón del cielo. A volá desde la primera a la última".

El misterio de las Aguas fue tomando el atrio para "inundar Sevilla de Aguas", como recalcó el capataz al pisar el asfalto de la calle Dos de Mayo. Antes, dos momentos muy especiales: el saludo a los hermanos de avanzada edad localizados en el corralito de sillas del lateral de la capilla, "a los que les debemos el paso de misterio que hoy sale totalmente dorado" y, cómo no, la saeta de José Pérez Leal El Sacri al Cristo de las Aguas, que lucía potencias.

Pero para novedades las que presentaba el palio de la Virgen de Guadalupe. La dolorosa procesionó con un puñal, regalo de su padre, el imaginero Luis Álvarez Duarte. Una imagen que no se veía desde los años 70.

En su pecho portaba la Medalla de la Hispanidad y el alfiler con su nombre. En casa dejó el sombrero mejicano, que habitualmente cuelga de su mano izquierda en las salidas procesionales. En la peana no figuró la Virgen de Guadalupe. La efigie de la patrona de México iba en el nuevo llamador. La pieza reproducía la aparición de la Virgen al indio Juan Diego, tocado con un sombrero mejicano. La tarde entraba en caja y recobraba su pulso. El tiempo apacible se imponía. La tranquilidad en el día, también.

Sonaba Nuestra Señora de Guadalupe de Pantión en los primeros compases del palio. Al frente se estrenaba Francisco Javier Espinosa. Sevilla empezaba a inundarse de Aguas.

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