Real Alcázar. 19 de diciembre. Programa: Obras de Locatelli, Bonporti y Vivaldi. Intérpretes: Orquesta Barroca de Sevilla. Anton Steck, solista y director. Concierto de Navidad de la OBS.
El ya tradicional concierto de Navidad de la Orquesta Barroca de Sevilla (OBS) es, a buen seguro, una de las pocas citas culturales inexcusables en esta época del año tan dada al ruido y al exceso de almíbar. Y ni siquiera cuando de propina el gran maestro de ceremonias de la Barroca que es su violinista Valentín Sánchez se pone al mando para regalar villancicos el conjunto pierde la compostura y el buen gusto en lo que hacen. Al margen de la música otro acto enmarcado en este programa fue la entrega de premios de la muy activa Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca. Este año los han hecho recaer merecidísimamente en el ex delegado de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, Juan Carlos Marset, y en el que fuera jefe de Acción Cultural de Cajasol, José Manuel Amores.
Volver sobre un título como Las cuatro estaciones de Vivaldi sólo tiene sentido sí se tiene algo nuevo que contar. Y el violinista Anton Steck lo tiene. Puede que su violenta e hiperdramática versión no sorprenda hoy a nadie, pero ahí queda, dicha con fuego y arrojo, primando más la motoricidad y el empuje del conjunto que los detalles. Steck se presenta él mismo en su biografía como un virtuoso y se empeña en demostrarlo en todo momento. En consecuencia demanda lo mismo de sus compañeros. La OBS le siguió en cada filigrana: en el Largo de La primavera a través de la viola de José Manuel Navarro, en el agitado y vibrante bajo continuo de Alejandro Casal, Mercedes Ruiz y Ventura Rico o, al margen del Prete Rosso, en el dúo, batalla que Locatelli escribió en la sección final de Concerto grosso Op.4 y que libraron Steck y ese brillante fichaje que es el violinista Andoni Mercero. Quedó, apuntémoslo, alguna desafinación del solista en el Concierto de Bonporti, una nota al pie en medio de un chupinazo de energía.
