Puede que la mejor garantía para que el primer pacto de Estado por la Educación funcione es que lo pilota alguien como Ángel Gabilondo. Y puede que el mayor escollo para que lo consiga sea que es ministro de Educación de Zapatero en una coyuntura política que dificulta el que la oposición haga concesiones al Gobierno. Gabilondo, dueño de una oratoria pulcra, es un profesor entre políticos que habla en el Congreso como si estuviera en un ágora romana. Usa la retórica para convencer, no para envolver al oponente en engranajes dialécticos, que significan una cosa y la contraria. Su jefa de gabinete dice que no da titulares, sino explicaciones. Y el pacto está buscando un titular.
