Un cisma incomprensible a los dos años del acuerdo

La falta de sintonía y comunicación entre Susana Díaz y Antonio Maíllo ha puesto en jaque una coalición que ni los ERE ni los millonarios recortes en el Presupuesto lograron hacer caer.

el 11 abr 2014 / 00:10 h.

Por Isabel Morillo y Daniel Cela De la crisis exprés que ha sufrido el Gobierno andaluz en las últimas 48 horas, la más volcánica en dos años, hay una parte difícil de entender. Existe una aparente desproporción entre lo que provocó la crisis –un desacuerdo sobre la legalidad del realojo de 22 familias en riesgo de exclusión– y las consecuencias políticas que se sucedieron después. De repente los socios de Gobierno empiezan a actuar de forma descoordinada, escenifican la fractura y la inestabilidad política que han tratado de evitar desde el principio, y al final del día todo parece una obscena batalla entre dos partidos de izquierda por erigirse como el principal defensor de los débiles y de la legalidad vigente. Todo era rocambolesco hasta aquí, y luego se tornó surrealista cuando la presidenta Susana Díaz, pasada las once de la noche del miércoles, amagó con retirarle competencias en vivienda a la Consejería de Fomento (IU) por haber ejecutado un realojo que ella misma había vetado. La chispa que hizo detonar este embrollo, según los socialistas, fue una imagen del líder de IU, Antonio Maíllo, en la Plaza Nueva de Sevilla esa misma noche, abrazando a las familias de la corrala que levantaban el campamento para recibir un piso protegido (la fotografía fue distribuida en las redes sociales por su equipo). DEBATE DE INVESTIDURA DE SUSANA DÍAZEl pacto de Gobierno en Andalucía entre dos fuerzas que compiten por el mismo espacio político no lo ha resquebrajado la gestión del fraude de los ERE que acecha al PSOE o la ejecución del mayor recorte en políticas sociales de los presupuestos, que convulsionó las filas de IU, o que en dos años de legislatura sólo se hayan aprobado dos de las 28 leyes del pacto, o que dimitiera el presidente de la Junta al año de las elecciones, o que Díaz frenara el impuesto a las grandes superficies que reclamaba su socio… La fractura la ha provocado un incidente, en apariencia, sin importancia. Pero sólo en apariencia, porque los socialistas creen que la actitud de IU en este tema ofrece una imagen radical del Gobierno andaluz hacia el exterior. Y la federación de izquierdas, en cambio, sostiene que el realojo de 22 familias simboliza que Andalucía gobierna como alternativa al Ejecutivo de Rajoy, a la troika y al poder financiero. Todo esto ya se sabía y aún así ha estallado el volcán. ¿Por qué no ha habido un diálogo fluido entre la presidenta Díaz y el coordinador regional de IU, Antonio Maíllo, para evitar el cisma y la imagen de inestabilidad? La crisis de la corrala evidencia que la falta de sintonía y de diálogo entre ambos líderes era un problema de primera magnitud. Ninguno de los dos ha negado nunca la falta de entendimiento mutuo, pero ambos se han esforzado por restarle importancia. Es evidente que lo era. El PSOE se quejó de que IU siguiera adelante con el realojo en contra del mandato de la presidenta. Y la coalición se indignó porque Maíllo telefoneó nueve veces a Díaz la tarde del miércoles y ésta no le cogió el teléfono. El líder de IU ha rehuido hacerse fotos con Díaz “si no es para tratar algo importante”, pero llegado el caso no ha logrado coordinar una acción conjunta con su socio de Gobierno. Ambos comieron juntos el martes, pero luego chocaron con los buzones de sus móviles. Díaz y Maíllo tienen personalidades políticas divergentes, cada uno entiende su papel público de una forma contraria a la del otro. Su distanciamiento se agravó durante los últimos presupuestos. Desde entonces ambos han jugado al gato y al ratón: el líder de IU cree que la presidenta le ningunea, y ésta piensa que Maíllo la minusvalora. Otro problema que el coordinador regional de IU ha minusvalorado y que ahora parece más grave es su ausencia del Parlamento y del Gobierno. Es difícil imaginar que este conflicto hubiera llegado a tanto si Maíllo se sentara junto a Díaz en el Consejo de Gobierno, si conociera de primera mano el ruido político y actuara sin interlocutores. Sin embargo, ese sillón lo ocupa Diego Valderas, con quien Díaz tiene una relación bastante mejor. Algunas fuentes aseguran que a éste no le ha gustado cómo su formación ha gestionado el problema . Claro que el PSOE también apadrina esta idea de que en IU coexisten dos corrientes, la radical y la moderada, y que Maíllo no tiene el control interno de su partido. Hagan lo que hagan, uno de los dos socios de Gobierno saldrá más debilitado que el otro de una crisis que ellos mismos se han inventado.

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