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Un crimen con un final por escribir

Miguel empezó declarándose inocente en una carta a la Policía. Después de tres grandes rastreo dice que desconoce dónde está el cadáver.

el 18 ene 2010 / 21:41 h.

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Miguel Carcaño en una de sus comparecencias para ser sometido a un examen psicológico.

Un año después de la desaparición de Marta del Castillo, el paradero de su cuerpo sigue siendo el mayor misterio del caso. Miguel Carcaño, el asesino confeso de la joven, se ha encargado de ello, ofreciendo hasta cuatro versiones distintas de lo ocurrido la tarde-noche del 24 de enero en pocos meses. Una maraña de confusión y mentiras que ha obligado a buscar en cientos de lugares sin éxito alguno, y a la que también ha contribuido la ex novia de Carcaño, una menor vecina de Camas con la que convivía cuando ocurrieron los hechos.

Cuando la familia denunció la desaparición de Marta, todas las miradas se centraron en Miguel. Esa misma noche, el padre y varios amigos de la joven fueron a buscarla al piso de León XIII, y él ya negó entonces que supiera nada. Era el último que la había visto con vida y, según dijo, la dejó en la puerta de su casa tras pasar toda la tarde con ella. Así se lo hizo saber a la Policía en todas sus declaraciones e incluso con una carta manuscrita.

Pero el 13 de febrero confesó. Tras 12 horas de interrogatorio, Carcaño acababa con la esperanza de encontrar a Marta con vida. La había matado de un golpe con un cenicero durante una discusión. Le dio en la cabeza y ella se desplomó en el suelo. Según contó, llamó a sus amigos. Samuel, que estaba en Montequinto, y El Cuco, que trajo el coche de su madre. Entre todos la envolvieron en una manta y la metieron en la parte trasera del vehículo, que Samuel condujo hasta la pasarela que une Sevilla con Camas. Miguel seguía al turismo en su ciclomotor. Una vez allí la cogieron cada uno por un extremo y la lanzaron al Guadalquivir, junto con su teléfono móvil y sus pertenencias. Miguel siguió hasta la casa de su entonces novia y Samuel y El Cuco volvieron a Sevilla. Así se reconstruyó la historia.

Un despliegue sin precedentes rastreó el río desde la presa de Alcalá del Río hasta la desembocadura durante un mes. Nada. Carcaño comenzó entonces con su juego de la confusión. Fue llamado a declarar el 16 de marzo para que aclarara una llamada y dejó a todos helados con su nuevo relato. Dijo que había mantenido relaciones con Marta cuando llegó El Cuco, quien la violó porque ella se negó a acostarse con él, luego la estranguló y entre ambos se deshicieron del cuerpo en un contenedor, hasta donde la llevaron en silla de ruedas.

Al día siguiente hubo otra reconstrucción en León XIII, pero nadie se creyó la versión de Miguel, que actuó como si hubiera permanecido impasible mientras el menor violaba a la que había sido su novia. El joven declaró de nuevo para admitir que él también la violó y que El Cuco la asfixió con un cable, mientras él la sujetaba. Según contó, habían bebido y él quiso besarla. Marta se negó y Miguel le golpeó en la boca, tras lo que cayó al suelo, comenzando la agresión. Ambos usaron una navaja para intimidarla, que fue encontrada en una alcantarilla de León XIII. Esta nueva historia hizo que los investigadores removieran durante un mes toneladas de basura del vertedero de Montemarta, en Alcalá de Guadaíra, sin éxito.

Pasó el verano y en septiembre, en la comparecencia previa al jurado, Miguel relató una nueva versión que ya había contado a su ex suegra en la prisión, donde ésta fue a visitarle. Según esta nueva historia, la cuarta, la violación no existió: se la había inventado para evitar que el caso lo juzgara un jurado popular. Así que Carcaño volvió a su relato del principio: mató a Marta golpeándola en la cabeza con un cenicero. Lo que cambiaba era el desenlace, pues aseguró que desconocía dónde estaba el cuerpo porque fueron El Cuco y Samuel los que se la llevaron en el coche de un tío de este último. Él se quedó limpiando la casa.

Pero la sorpresa la daría su ex novia. No se había cumplido ni un mes de esta nueva versión cuando acudió a la Policía para decir que Miguel le confesó la noche del crimen que había tirado a Marta en el descampado tras su casa con la ayuda de Javier y unos amigos. Aseguraba que no lo había contado antes porque recibió amenazas de Javier. Su testimonio tenía muy poca credibilidad, pues la menor había pasado de negar que conocía el crimen a confirmar la versión del río, para terminar contando que la enterraron a espaldas de su casa. Aún así, se buscó a Marta allí durante 15 días, pero tampoco se encontró nada. Su familia insiste en reabrir una zanja de la zona y en que la menor declare ante el juez. No se ha hecho, aunque la familia de Camas se ha tenido que mudar de allí por seguridad, pues hay quien dice que sabe más de lo que cuentan.

LOS IMPUTADOS

Miguel Carcaño. El chaval tímido y educado en el barrio de León XIII y en sus trabajos, el último como limpiador de un bingo de Los Remedios, se volvía machista y agresivo en su faceta de donjuán: tenía éxito con las chicas pero las manipulaba, las engañaba y era muy celoso. Miguel se crió sin padre y su madre, minusválida y dominante, murió cuando tenía 17 años dejándolo solo con su hermano, al que no lo unía un vínculo estrecho. Sin estudios, que dejó en Primaria, ni apoyo familiar, con una infancia dura a la espalda, empezó a ganarse la vida de adolescente. Pasó apuros y pedía dinero a sus vecinas, que siempre devolvía. En esa vida frustrante encontró una válvula de salida:su tirón con las chicas, siempre menores que él. Se venía arriba, salía con todas y su éxito no se apagaba aunque ellas sabían que las engañaba. Nadie le ponía cortapisas: tenía piso propio, se acicalaba para reforzar su atractivo -usaba lentillas azules- y presumía con mentiras como que viajaba a Italia con su padre. Hasta que con Marta todo se le fue de las manos.

Samuel Benítez. Samuel, criado en el seno de una familia trabajadora en un bloque de vecinos de la barriada del Carmen, vivía a cien metros de la casa de Miguel. En el barrio todos conocen a sus padres y sus abuelos y lo definen como un chaval siempre dispuesto a echar una mano. Para sus amigos era el colega perfecto: iba al gimnasio, estaba fuerte, tenía un carácter abierto y las ideas claras, era un ejemplo. Recurrían a él si necesitaban algo, y según la Policía es lo que pasó cuando Miguel mató a Marta: no supo qué hacer y lo llamó para que lo ayudara a ocultar el cuerpo. Según las primeras confesiones de los chavales, al ver el cadáver Samuel puso la única nota de cordura de la noche: preguntó "¿Qué habéis hecho, hijos de puta?" y trató de convencerlos de que la llevaran a un hospital. Lo que sí está probado es que siguió ejerciendo de amigo perfecto cuando la familia aún buscaba a Marta con vida: acompañó a su padre a la comisaría a denunciar su desaparición y llenó el barrio de carteles con la foto de la niña. 

El Cuco. El Cuco no fue recibido en la pandilla de Marta con tanta efusividad como Miguel y Samuel. A sus 15 años, era más pequeño que las chicas que se encandilaron con los dos atractivos recién llegados, que entre otras cosas eran mayores que ellas. Sin embargo, El Cuco supo cómo llamar la atención: a pesar de ser menor de edad, a veces conducía el coche de su madre y llegó a utilizarlo para ir a clase de vez en cuando, por lo que los demás le pedían que los llevara. Entre sus aficiones estaba la de coleccionar navajas hasta el punto de que tenía fotos de armas blancas colgadas en su página de la red social Tuenti, en las que etiquetaba a todos los miembros de la pandilla para que opinaran sobre ellas, incluida Marta. A Miguel le regaló una, que se coló en la investigación policial cuando en una de sus confesiones Carcaño dijo que la emplearon para amenazar a Marta mientras la violaban, y señaló que se habían deshecho de ella en una alcantarilla frente a su casa, donde la Policía Científica la encontró. 

Javier Delgado. A Javier lo describen sus compañeros como un luchador que trabajó mucho para ganarse la vida, montar un bar y comprarse dos coches y una casa con su ex mujer en una urbanización de lujo. Al principio cogía cualquier trabajo, hizo turnos noche y día, y cuando lo hicieron fijo como vigilante de seguridad montó un pub en Nervión. Tras separarse de su mujer, con la que tiene una hija pequeña, rehizo su vida con una chica varios años más joven. Mantenía el contacto con su hermano Miguel, pero a cierta distancia: ninguno se metía en la vida del otro. Tras el crimen, Javier no ha vuelto a hablar con su hermano y asegura que sólo lo perdonará cuando tenga un pie en el cementerio. 

María García. María García Mendaro, la novia de Javier Delgado, es la persona a la que la muerte de Marta le es más ajena ya que su posible participación hubiera sido completamente casual, pero la Policía la acusa de encubrirlo para ocultar la implicación de su novio en los hechos. La joven, que estudia Psicología en la Universidad de Sevilla, se presentó al día siguiente de la muerte de Marta a unas oposiciones a administrativo del Servicio Andaluz de Salud. Precisamente para quedarse estudiando pasó la noche en el piso de León XIII, donde asegura que no vio ni escuchó nada. María es la única que no ha estado en prisión por el crimen, contra lo que el padre de Marta ha arremetido duramente.  

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