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Un crimen de andar por casa

Dos tiros derribaron a Andrés Toro Barea, que cayó junto a la silla que había ocupado poco antes junto a su asesino. La casa estaba en perfecto orden, ninguna ventana ni la puerta habían sido forzadas.

el 15 sep 2009 / 10:28 h.

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Dos tiros derribaron a Andrés Toro Barea, que cayó junto a la silla que había ocupado poco antes junto a su asesino. La casa estaba en perfecto orden, ninguna ventana ni la puerta habían sido forzadas. Es lo primero que llevó a la Policía a pensar que el directivo de banca, de 55 años, conocía a la persona que le disparó, a corta distancia, con una pistola de nueve milímetros en el hombro y el tórax.

Las sospechas apuntaron en un primer momento a alguien relacionado con el trabajo de Andrés, que ocupaba un alto cargo en el Centro Especial de Recuperaciones del BBVAde Andalucía occidental, encargado del cobro a morosos y la recuperación de créditos.

Pero el 31 de julio, el juez que instruye el caso ordenó prisión preventiva para la esposa de Andrés, Natividad Cantero, de 52 años, a la que se acusa de homicidio, tenencia ilícita de armas, allanamiento de morada y revelación de secreto. El matrimonio llevaba un año separado y Andrés había iniciado los trámites del divorcio.

Las pruebas parecen ponerse en contra de la imputada. El vigilante de la urbanización declaró haberla visto junto a su hijo en la escena del crimen en la hora previa al asesinato. El teléfono móvil del fallecido podría haber aparecido en su poder. Además, un tío de la detenida acudió a la Policía y confesó haberle regalado años atrás una pistola del mismo calibre que la empleada en el homicidio.

El arma aún no ha aparecido -se baraja que fuese arrojada al Guadalquivir- pero las piezas comienzan a encajar. Tras tomar declaración a Natividad, el juez, Javier Carretero, del juzgado de instrucción número 1 de Sanlúcar la Mayor abrió diligencias contra la hija del matrimonio, Natividad Toro, de 31 años, por obstrucción a la justicia después de que varias personas presenciasen cómo trataba de convencer a su tío para que cambiase su declaración.

Otro informe devastador fue remitido a la Fiscalía de Menores. Andrés David Toro Cantero, que cumplió 18 años dos semanas después de la muerte de su padre, fue imputado como colaborador necesario en el asesinato. Actualmente está recluido en un centro de menores de Carmona.

Andrés murió un domingo, el pasado 15 de junio, sobre las cinco de la tarde. Horas antes, había estado "cortando una palmera de su casa" y se acercó a la garita de seguridad a tirar los restos, según relata Diego Jiménez, el vigilante de la urbanización La Juliana, a las afueras de Bollullos de la Mitación. Desde que se separó de Natividad, Andrés vivía solo en un chalé de La Juliana. Su familia acudía "esporádicamente" a verle, recuerda el vigilante.

Diego estaba de guardia aquel día en la garita de entrada de la urbanización. "Fui la última persona en verle con vida, me comentó que a ver si le daba tiempo a terminar de arreglar el jardín porque esperaba visita", relata. Entre las 16.00 y 16.15 horas, llegó la visita que esperaba Andrés. Eran su ex mujer y su hijo. Entraron en la urbanización y se marcharon del lugar sobre las 17.00 horas, según cuenta Diego. "No apunté la matrícula del coche en el parte porque les conocemos", declaró el vigilante a la Policía.

De momento, nadie sabe lo que pasó en la casa durante el encuentro ni si alguien más acudió una vez que madre e hijo se marcharon. Tampoco nadie escuchó los dos disparos, probablemente, porque el chalé está ubicado entre dos solares y frente a otras casas en construcción.

La mañana del lunes 16 de junio, sobre las 9.30 horas, una compañera de trabajo contactó alarmada con la urbanización La Juliana. Pedía que comprobaran si Andrés había dejado algún número de teléfono para casos de emergencia. Según la mujer, el directivo no había acudido a su trabajo y temía que le hubiese ocurrido algo porque padecía problemas cardiacos.

El vigilante contactó con el presidente de la urbanización y comprobaron que el coche de Andrés estaba aparcado junto a la casa. Llamaron a la hija del fallecido, quien acudió con su marido. "Pensábamos que habría sufrido un infarto, por lo que ella se quedó fuera de la casa y entró su marido. Andrés Toro estaba tirado junto a la silla y sólo cuando el juez ordenó el levantamiento del cadáver se comprobó que había muerto a causa de las balas y no de un ataque al corazón", explicó el vigilante.

Apenas había sangre debido a que los disparos fueron realizados a bocajarro y las balas, de pequeño calibre, quedaron alojadas en el cuerpo. Según el relato del vigilante, la reacción de la hija "no fue la esperada en esas circunstancias, ni se alteró hasta un rato después". Dentro de la vivienda todo aparecía en su lugar, excepto un cajón que estaba revuelto. Según fuentes del caso, el asesino se llevó los papeles del chalé y unos documentos del BBVA. Tampoco se encontró el móvil del fallecido y faltaba un teléfono inalámbrico.

Varias horas después de que Andrés Toro fuera asesinado, alguien envió a una mujer, supuestamente la nueva pareja de Andrés, un mensaje en blanco desde el teléfono móvil del fallecido. Un mensaje al que, según fuentes del caso, dio cobertura el repetidor de telefonía que da servicio al Edificio Goles, un bloque de pisos en el centro de Sevilla donde vivía la ex mujer de Andrés.

Mientras que el entorno de Natividad prefiere no hacer comentarios, el retrato que ofrece el círculo próximo a Andrés de ella es el de una mujer cuya única preocupación era "la avaricia". Según los testimonios, la ex mujer podría haber temido perderlo todo ante el divorcio. Además, aseguran que era celosa y trataba de confirmar si su ex marido mantenía una relación con otra mujer. "Por eso envió un mensaje desde el móvil de Andrés a esa mujer, para ver si sus sospechas eran ciertas, y se llevó el teléfono de la casa para saber con quién hablaba", dice un hombre cercano a Andrés.

La desavenencia entre la pareja era conocida por todos. "Ella le maltrataba psicológicamente, el matrimonio nunca funcionó y en los últimos dos años la situación se tornó insostenible". Fuentes familiares aseguran que habían recomendado a Andrés cambiar las cerraduras de la casa. Él se negaba porque quería que sus hijos siempre pudiesen entrar. De su mujer decía: "Puede que entre, pero no me va a matar".

En cuanto a la posible implicación del hijo, personas próximas al círculo familiar le describen como "infantil e inmaduro". Según esta versión, Natividad le enfrentaba a su padre. "La madre utilizaba al hijo para que pidiera a su padre dinero y si no se lo daba le decía: ¿Ves como tu padre es malo? No te quiere". A todos les pareció extraño que el joven no acudiese a la casa ni al tanatorio tras el suceso y sólo fuese al entierro.

"La sospecha es que él tuvo que estar presente en el asesinato porque la madre le utilizaba como ariete para ver a Andrés. Si él no hubiera estado Andrés no habría abierto la puerta", cuentan y aseguran que el miedo del fallecido era perder a sus hijos. De hecho, su hijo habría evitado hablar con él durante un par de meses, "hasta que accedió a darle 3.400 euros para un curso de tatuador y el carné de conducir", dice un familiar.

(Texto completo en la edición de papel)

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