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Un crimen 'mediático'. Funeral y circo del asesinato de Marta del Castillo

Los crímenes, como los medios de comunicación, suelen ser un reflejo de la sociedad de su tiempo. Y el terrible asesinato de Marta del Castillo lo es. Es un homicidio de la era facebook, una carnicería por SMS, un dolor que no excluye los 15 minutos de fama que Andy Warhol repartió...

el 15 sep 2009 / 23:00 h.

Los crímenes, como los medios de comunicación, suelen ser un reflejo de la sociedad de su tiempo. Y el terrible asesinato de Marta del Castillo lo es. Es un homicidio de la era facebook, una carnicería por SMS, un dolor que no excluye los 15 minutos de fama que Andy Warhol repartió entre todos los habitantes del planeta: los platós televisivos se llenan de sangre y los titulares de prensa o de radio rebosan de imputaciones que aún no se han confirmado plenamente.

En este o en cualquier otro albur, uno entiende el proceso de catarsis de cualquier padre reclamando cadena perpetua o pena de muerte, peregrinando inútilmente hacia los centros de poder, sin que podamos convencerlos de que una de las grandes conquistas de este país, por encima de la derecha y la izquierda, estriba en nuestra convicción colectiva de que la rehabilitación del delincuente siempre es posible, aunque resulte difícil imaginarlo si uno se fija en el rostro del asesino de Mariluz o el que ha confesado la muerte atroz de Marta.

A estas alturas, cualquiera comprende cualquier cosa salvo lo incomprensible. Como que, a tenor de los sondeos, un 14% de los jóvenes votaría a un partido racista y que a un 30% de las jóvenas no les moleste demasiado que sus novios les peguen. Tampoco se entiende esa hipocresía que ante los encuestadores afirma que le pirran los documentales de la dos cuando los índices de audiencia indican que les priva la telebasura. Quizá sean los mismos espectadores de ocasión que se agolpan ante la pequeña pantalla cuando ahora suena el nombre de Marta pero ponen el grito en el cielo porque una niña de 14 años hable en un plató sobre sus relaciones sentimentales con el presunto asesino; eso sí, en presencia de su madre que quizá haya firmado todas las autorizaciones legales ante la perplejidad de los organismos defensores del Menor. Ya pagarán los medios, y sálvese quien pueda, las correspondientes multas y sanciones, si es que toca. No hay nada como un buen crimen para estimular las ventas, en esa crisis publicitaria que a todos nos aflige.

El funeral necesario se está convirtiendo en un circo lleno del más difícil todavía de la chusma. Y el ruido de las alas de los buitres se impone a los gritos del silencio que debieran acompañar educadamente la búsqueda del cadáver y una instrucción sumarial eficiente que garantice la justicia, serene los ánimos y condene con firmeza a los responsables de su espanto: a 30 años de trena, en media Europa, se le llama, por cierto, cadena perpetua.

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