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Un cruzado contra el invierno vocacional

Asenjo ha dedicado sus energías a sembrar nuevas vocaciones

el 04 nov 2010 / 20:05 h.

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Juan José Asenjo, en el Palacio Arzobispal.

365 días se cumplen hoy desde que un nuevo pastor tomara las riendas de la Iglesia en Sevilla. El 5 de noviembre de 2009, día en que se hacía oficial la aceptación por el Santo Padre de la renuncia presentada por el cardenal Amigo al sobrepasar la barrera de edad de los 75 años, Juan José Asenjo Pelegrina (Sigüenza, 1945) se convertía de facto en el obispo número 127 que pastorea esta antigua archidiócesis.


Destacado miembro del episcopado español, su aterrizaje en Sevilla como arzobispo coadjutor en enero de 2009 se vio envuelto en las sospechas de quienes interpretaron su nombramiento como la última demostración de esa política de acoso y derribo emprendida por el sector más conservador de la Iglesia contra el talante aperturista y de diálogo de su antecesor, Carlos Amigo, distinguido siempre por declararse un "verso suelto" dentro de la Conferencia Episcopal.


Superadas las tibiezas iniciales en su recibimiento, durante los primeros doce meses de su pontificado, Asenjo se ha entregado sin descanso a establecer las líneas de su acción pastoral, un programa de gobierno en cuya cúspide el obispo seguntino ha situado, como primer mandamiento, el impulso a la pastoral vocacional y la situación de sus hermanos en el sacerdocio.


Precisamente, los sacerdotes y seminaristas de la diócesis fueron los destinatarios de su primera carta pastoral en diciembre de 2009. Una epístola de 44 páginas de la que los titulares de prensa entresacaron su recomendación a los sacerdotes a no frecuentar "los lugares que ordinariamente, especialmente en los fines de semana, frecuenta la juventud".
El responsable de la archidiócesis hispalense ha dedicado sus mejores energías a combatir el "largo invierno vocacional" que, según sus propias palabras, está viviendo la Iglesia en Occidente. A pesar de la ordenación de doce nuevos sacerdotes en septiembre pasado, el número de curas, reconoce Asenjo, "sigue siendo corto para las necesidades de la archidiócesis, que tiene algunos flancos deficientemente cubiertos". Además, el número de nuevos ingresos en el seminario metropolitano, cuatro en concreto en este nuevo curso, continúa en caída libre y "no cubre ni de lejos los huecos que ha dejado la jubilación de sacerdotes".


Convencido de que las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada son el mejor termómetro de la vida espiritual de una diócesis, el prelado ha hecho de la "causa sacrosanta de las vocaciones" el emblema principal de su tarea de gobierno. Y prueba de ello ha sido su propuesta, anunciada en la clausura del Año Sacerdotal, de promocionar la cantera sacerdotal poniendo en marcha en septiembre de 2011 un Seminario Menor en la diócesis dirigido preferentemente a niños de tercero y cuarto de ESO, y de primero y segundo de Bachillerato.


En los inicios de su ministerio apostólico en Sevilla, Asenjo ha intentado mostrarse cercano a los sacerdotes en los momentos difíciles, aunque no le ha temblado el pulso a la hora de apartar del oficio pastoral a algún grabanzo negro y ha hecho gala de una inusitada valentía a la hora de deplorar el comportamiento escasamente edificante de algún sacerdote.


En julio pasado, ocho meses después de tomar las riendas de la Iglesia en Sevilla, el nuevo prelado pasaportaba la herencia de Carlos Amigo renovando por completo las caras del Consejo Episcopal, aunque sin trastocar la división de la diócesis en seis vicarías episcopales. Amén del nombramiento de Teodoro León como nuevo vicario general en sustitución de Francisco Ortiz, en el baile de nombres llaman la atención los cambios operados en la dirección del Seminario Metropolitano, dirigido ahora espiritualmente por Antonio Hiraldo Velasco, y al frente del cual ha situado como rector a Miguel Ángel Núñez Aguilera.


Las claves para rastrear su programa de gobierno están desgranadas en la carta pastoral escrita en septiembre pasado con motivo del comienzo de curso. Como ya hiciera en anteriores misivas, Asenjo vuelve a insistir en la importancia de la eucaristía dominicial. "Es necesario seguir insistiendo en la recuperación del sentido cristiano del domingo", dice el prelado, y para ello pide a los sacerdotes que cuiden "la dignidad de la celebración, de acuerdo con las normas de la Iglesia, pues no somos los dueños ni de la Eucaristía ni de nuestras comunidades".


Cree urgente potenciar en las parroquias la adoración y el culto eucarístico fuera de la misa y pide a los fieles que hagan lo posible por "recupera las actitudes físicas convenientes en la celebración, entre ellas la genuflexión, gesto lleno de amor, de sumisión y adoración al Señor". También ha sido una constante en sus numerosas homilías, alocuciones, cartas e intervenciones en este primer año su prefencia por las víctimas de la crisis económica.


En este sentido, Asenjo ha realizado un llamamiento a las comunidades cristianas de la diócesis invitándoles a "hacer todos los esfuerzos que estén a nuestro alcance para que ningún necesitado que acude a nosotros se sienta defraudado y para que nuestras parroquias sean verdaderos hogares de caridad". Junto a la atención a los más necesitados, el arzobispo se ha marcado otras prioridades pastorales para este curso: la potenciación de la pastoral juvenil y la formación doctrinal de los laicos.

La espina, las cofradías. A nadie escapa que en su proceso de acercamiento a la realidad diocesana y asimilación de la cultura religiosa local, Asenjo ha mantenido con las hermandades y cofradías de la ciudad sus más serios y sonados encontronazos. Una relación la del pastor con su rebaño cofradiero que ha atravesado momentos muy delicados a lo largo de estos primeros doce meses de ministerio apostólico en la Archidiócesis de Sevilla y que ahora, tras el necesario periodo de conocimiento mutuo, parece desarrollarse por cauces de cordialidad y respeto.


Lo cierto es que el de Sigüenza tuvo un aterrizaje con demasiadas turbulencias en la órbita cofradiera sevillana, protagonizando, muy a su pesar, un episodio anecdótico con una estampa de la Macarena que luego un pregonero con mal gusto utilizaría para afearle su actitud desde el atril del Teatro de la Maestranza.


Pero el mayor de los berrinches que se llevó Asenjo con las cofradías fue a causa de la negativa de la hermandad de la Esperanza de Triana a ceder la imagen de su Cristo para el Viacrucis de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011.


La enorme decepción que se llevó entonces el arzobispo hizo que cargara contra las cofradías, metiéndolas en cintura y recordándoles su plena inserción en la Iglesia. Fue entonces cuando Asenjo advirtió del déficit de eclesialidad que revelaba aquella decisión y dejó una frase que merece mármol: “Fuera de la Iglesia, las hermandades son meras asociaciones culturales”.


Este disgusto del arzobispo marcó el momento más crítico en su relación con las cofradías, asociaciones a las que, sin embargo, Asenjo mira con confianza y esperanza “porque han contribuido a conservar la fe sencilla de nuestro pueblo, han resistido a la secularización y hoy son un freno y un antídoto que impide que se reseque el humus cristiano de nuestro pueblo” (Carta dirigida a las hermandades y cofradías de la diócesis de Córdoba en febrero de 2008).


Sonada, por inoportuna, fue también la catequesis doctrinal que lanzó Asenjo en la misa de acción de gracias con motivo de la reposición al culto del Señor del Gran Poder después de que un perturbado mental intentara hacer rodar a la imagen. Ajeno a las sensibilidades locales, el prelado sorprendió a los presentes con un aserto teológico tan indiscutible como inoportuno: “Comprendo vuestra pena y vuestro dolor, pero la profanación de un Sagrario es infinitamente más grave que la de una imagen”.


En innumerables ocasiones, Asenjo ha pedido a las cofradías que aplacen sus estrenos patrimoniales y que en una coyuntura social y económica como la actual, agucen la imaginación en sus actividades caritativas, llegando incluso a adoptar “acciones heroicas” si fuera menester para ayudar a los más necesitados, un llamamiento al que las hermandades intentan dar respuesta.


Asenjo no es amigo de pasteleos, de ahí que en más de una ocasión, a lo largo de los numeroso cultos que ha presidido en innumerables hermandades a lo largo de este primer año de servicio pastoral a la Archidiócesis, no haya dudado en amonestar en público ciertas desviaciones, de acuerdo con las normas de la Iglesia, en la dignidad de la celebración. Asenjo no esconde su pensamiento sobre lo que deben ser las hermandades y cofradías, cosa que es de agradecer, y en más de una ocasión se ha mostrado partidario de aplicar criterios restrictivos a la hora de conceder salidas extraordinarias y coronaciones, “porque entonces se las trivializa”. El de Sigüenza ya ha restañado la herida abierta con las cofradías y habla sin rodeos verbales y siempre de frente. Nadie puede sentirse engañado.

 


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