Tradición y contemporaneidad se dan la mano en la figura de Don Juan Tenorio, ese famoso personaje, romántico donde los haya, que cada año nos visita por estas fechas.
En esta ocasión Juan José Villar ha optado por una versión contemporánea que, aunque respeta la historia y la esencia del personaje, le otorga un carácter mucho más perverso que ahonda en su concepción de la mujer como mero objeto sexual. Así, prescindiendo de la candidez de la monja de Zorrilla, este montaje se centra en las figuras femeninas de la versión de Tirso, aunque aquí se presentan como meros objetos del deseo incapaces de rebelarse del todo ante su conquistador.
De ahí que la puesta en escena gire en torno al Peet Show, esto es, un local donde las mujeres muestran sus encantos sexuales encerradas en unas vitrinas. Pero, en realidad, el resultado es una especie de cabaret extraño, donde la música no adquiere ningún protagonismo.
A pesar de su duración y la densidad del texto, el ritmo escénico resulta bastante fluido y la propuesta resulta tan irreverente como interesante aunque, por desgracia, en su afán innovador la dramaturgia pierde la riqueza de los versos originales.
No obstante, los intérpretes salvan el escollo, sobre todo los hombres, liderados por Juanfra Juárez, quien defiende con maestría su doble papel de criado y maestro de ceremonias. Ignasi Vidal, aunque precipitado al principio, consigue perfilar un Don Juan diferente y Antonio Salazar es capaz de colmar de matices sus cuatro personajes.
